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En la Iglesia está nuestra salvación

      No podemos olvidar que la Iglesia es mucho más que un camino de salvación: es el único camino. Y esto no lo han inventado los hombres, lo ha dispuesto Cristo: el que creyere y se bautizare, se salvará; pero el que no creyere, será condenado23. Por eso se afirma que la Iglesia es necesaria, con necesidad de medio, para salvarse. Ya en el siglo II escribía Orígenes: si alguno quiere salvarse, venga a esta casa, para que pueda conseguirlo… Ninguno se engañe a sí mismo: fuera de esta casa, esto es, fuera de la Iglesia, nadie se salva24. Y San Cipriano: si alguno hubiera escapado (del diluvio) fuera del arca de Noé, entonces admitiríamos que quien abandona la Iglesia puede escapar de la condena25.

      Extra Ecclesiam, nulla salus. Es el aviso continuo de los Padres: fuera de la Iglesia católica se puede encontrar todo -admite San Agustín- menos la salvación. Se puede tener honor, se pueden tener sacramentos, se puede cantar "aleluya", se puede responder "amén", se puede sostener el Evangelio, se puede tener fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y predicarla; pero nunca, si no es en la Iglesia católica, se puede encontrar la salvación26.

      Sin embargo, como se lamentaba hace poco más de veinte años Pío XII, algunos reducen a una fórmula vana la necesidad de pertenecer a la Iglesia verdadera para alcanzar la salvación eterna27. Este dogma de fe integra la base de la actividad corredentora de la Iglesia, es el fundamento de la grave responsabilidad apostólica de los cristianos. Entre los mandatos expresos de Cristo se determina categóricamente el de incorporarnos a su Cuerpo Místico por el Bautismo. Y nuestro Salvador no sólo dio el mandamiento de que todos entraran en la Iglesia, sino que estableció también que la Iglesia fuese medio de salvación, sin el cual nadie puede llegar al reino de la gloria celestial28.

      Es de fe que quien no pertenece a la Iglesia, no se salva; y que quien no se bautiza, no ingresa en la Iglesia. La justificación, después de la promulgación del Evangelio, no puede verificarse sin el lavatorio de la regeneración o su deseo, establece el Concilio de Trento29.

Notas
23Mc XVI, 16
24Orígenes, In Iesu nave hom., 5, 3; PG 12, 841
25S. Cipriano, De catholicae Ecclesiae unitate 6; PL 4, 503.
26S. Agustín, Sermo ad Caesariensis ecclesiae plebem 6; PL 43, 456.
27Pío XII, encíclica Humani generis ASS 42, p. 570.
28Pío XII, Carta del S. O. al Arzobispo de Boston Denzinger-Schön. 3868.
29Decreto de iustificatione cap. 4, Denzinger-Schön. 1524.
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