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     Demostraría poca madurez el que, ante la presencia de defectos y de miserias, en cualquiera de los que pertenecen a la Iglesia -por alto que esté colocado en virtud de su función-, sintiese disminuida su fe en la Iglesia y en Cristo. La Iglesia no está gobernada ni por Pedro ni por Juan ni por Pablo; está gobernada por el Espíritu Santo, y el Señor ha prometido que permanecerá a su lado todos los días hasta la consumación de los siglos26.

      Escuchad lo que dice Santo Tomás, abundando en este punto, sobre la recepción de los Sacramentos, que son causa y signo de la gracia santificante: el que se acerca a los Sacramentos, los recibe ciertamente del ministro de la Iglesia, pero no en cuanto es tal persona, sino en cuanto ministro de la Iglesia. Por eso, mientras la Iglesia le permita ejercer su ministerio, el que reciba de sus manos el Sacramento, no participa del pecado del ministro indigno, sino que comunica con la Iglesia, que lo tiene por ministro27. Cuando el Señor permita que la flaqueza humana aparezca, nuestra reacción ha de ser la misma que si viéramos a nuestra madre enferma o tratada con desafecto: amarla más, darle más manifestaciones externas e interiores de cariño.

    Si amamos a la Iglesia no surgirá nunca en nosotros ese interés morboso de airear, como culpa de la Madre, las miserias de algunos de los hijos. La Iglesia, Esposa de Cristo, no tiene por qué entonar ningún mea culpa. Nosotros sí: mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa! Este es el verdadero meaculpismo el personal, y no el que ataca a la Iglesia, señalando y exagerando los defectos humanos que, en esta Madre Santa, resultan de la acción en Ella de los hombres hasta donde los hombres pueden, pero que no llegrán nunca a destruir -ni a tocar, siquiera- aquello que llamábamos la santidad original y constitutiva de la Iglesia.

       Dios Nuestro Señor ha comparado, ciertamente, la Iglesia a la era donde se amontona la paja con el trigo, del que saldrá pan para la mesa y pan para el altar; ha comparado la Iglesia a una red barredera ex omni genere piscium congreganti28: que recoge peces buenos y peces malos, que después se tirarán.

Notas
26Mt XXVIII, 20.
27SANTO TOMÁS, S. Th. III, q.64, a.6 ad 2.
28Mt XIII, 47.
28Mt XIII, 47.
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