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No concedáis el menor crédito a los que presentan la virtud de la humildad como apocamiento humano, o como una condena perpetua a la tristeza. Sentirse barro, recompuesto con lañas, es fuente continua de alegría; significa reconocerse poca cosa delante de Dios: niño, hijo. ¿Y hay mayor alegría que la del que, sabiéndose pobre y débil, se sabe también hijo de Dios? ¿Por qué nos entristecemos los hombres? Porque la vida en la tierra no se desarrolla como nosotros personalmente esperábamos, porque surgen obstáculos que impiden o dificultan seguir adelante en la satisfacción de lo que pretendemos.

Nada de esto ocurre, cuando el alma vive esa realidad sobrenatural de su filiación divina. Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?33. Que estén tristes los que se empeñan en no reconocerse hijos de Dios, vengo repitiendo desde siempre.

Para terminar, descubrimos en la liturgia de hoy dos peticiones que han de salir como saetas, de nuestra boca y de nuestro corazón: concédenos, Señor Todopoderoso, que realizando siempre los divinos misterios merezcamos acercarnos a los dones celestiales34. Y, te rogamos, Señor, que nos concedas servirte constantemente según tu voluntad3535. Servir, servir, hijos míos, es lo nuestro; ser criados de todos, para que en nuestros días el pueblo fiel aumente en mérito y número36.

Notas
33

Rom VIII, 31.

34

Postcomunión de la Misa.

35

Oración Super populum.

36

Oración Super populum.

Referencias a la Sagrada Escritura
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