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Aquí estamos, consummati in unum!1, en unidad de petición y de intenciones, dispuestos a comenzar este rato de conversación con el Señor, con el deseo renovado de ser instrumentos eficaces en sus manos. Ante Jesús Sacramentado –¡cómo me gusta hacer un acto de fe explícita en la presencia real del Señor en la Eucaristía!–, fomentad en vuestros corazones el afán de transmitir, con vuestra oración, un latido lleno de fortaleza que llegue a todos los lugares de la tierra, hasta el último rincón del planeta donde haya un hombre que gaste generosamente su existencia en servicio de Dios y de las almas. Porque, gracias a la inefable realidad de la Comunión de los Santos, somos solidarios –cooperadores, dice San Juan2– en la tarea de difundir la verdad y la paz del Señor.

Es razonable que pensemos en nuestro modo de imitar al Maestro; que nos detengamos, que reflexionemos, para aprender directamente de la vida del Señor algunas de las virtudes que han de resplandecer en la conducta nuestra, si de veras aspiramos a extender el reinado de Cristo.

Notas
1

Ioh XVII, 23.

2

3 Ioh 8.

Referencias a la Sagrada Escritura
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