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Sigamos el relato de San Mateo: sabemos que eres veraz, y enseñas el camino de Dios conforme a la pura verdad9. Nunca acabo de sorprenderme ante este cinismo. Se mueven con la intención de retorcer las palabras de Jesús Señor Nuestro, de cogerle en algún descuido y, en lugar de exponer llanamente lo que ellos consideraban como un nudo insoluble, intentan aturdir al Maestro con alabanzas que solo deberían salir de labios adictos, de corazones rectos. Me paro de intento en estos matices, para que aprendamos a no ser recelosos, pero sí prudentes; para que no aceptemos el fraude del fingimiento, aunque aparezca revestido de frases o de gestos que en sí mismos responden a la realidad, como sucede en el pasaje que estamos contemplando: Tú no haces distinción, le dicen; Tú has venido para todos los hombres; a Ti, nada te detiene para proclamar la verdad y enseñar el bien10.

Repito: prudentes, sí; cautelosos, no. Conceded la más absoluta confianza a todos, sed muy nobles. Para mí, vale más la palabra de un cristiano, de un hombre leal –me fío enteramente de cada uno–, que la firma auténtica de cien notarios unánimes, aunque quizá en alguna ocasión me hayan engañado por seguir este criterio. Prefiero exponerme a que un desaprensivo abuse de esa confianza, antes de despojar a nadie del crédito que merece como persona y como hijo de Dios. Os aseguro que nunca me han defraudado los resultados de este modo de proceder.

Notas
9

Ibidem.

10

Cfr. Mt XXII, 16.

Referencias a la Sagrada Escritura
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