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Actuar con rectitud

Si en cada momento no sacamos del Evangelio consecuencias para la vida actual, es que no lo meditamos suficientemente. Sois jóvenes muchos; otros habéis entrado ya en la madurez. Todos queréis, queremos –si no, no estaríamos aquí–, producir buenos frutos. Intentamos poner, en la conducta nuestra, el espíritu de sacrificio, el afán de negociar con el talento que el Señor nos ha confiado, porque sentimos el celo divino por las almas. Pero no sería la primera vez que, a pesar de tanta buena voluntad, alguno cayera en la trampa de esa mezcla –ex pharisaeis et herodianis11– compuesta quizá por los que, de un modo o de otro, por ser cristianos deberían defender los derechos de Dios y, en cambio, aliados y confundidos con los intereses de las fuerzas del mal, cercan insidiosamente a otros hermanos en la fe, a otros servidores del mismo Redentor.

Sed prudentes y obrad siempre con sencillez, virtud tan propia del buen hijo de Dios. Mostraos naturales en vuestro lenguaje y en vuestra actuación. Llegad al fondo de los problemas; no os quedéis en la superficie. Mirad que hay que contar por anticipado con el disgusto ajeno y con el propio, si deseamos de veras cumplir santamente y con hombría de bien nuestras obligaciones de cristianos.

Notas
11

Mc XII, 13.

Referencias a la Sagrada Escritura
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