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He predicado constantemente esta posibilidad, sobrenatural y humana, que Nuestro Padre Dios pone en las manos de sus hijos: participar en la Redención operada por Cristo. Me llena de alegría encontrar esta doctrina en los textos de los Padres de la Iglesia. San Gregorio Magno precisa: «Los cristianos quitan las serpientes, cuando desarraigan el mal del corazón de los demás con su exhortación al bien... La imposición de las manos sobre los enfermos para curarlos, se da cuando se observa que el prójimo se debilita en la práctica del bien y se le ofrece ayuda de mil maneras, robusteciéndole en virtud del ejemplo. Estos milagros son tanto más grandes en cuanto que suceden en el campo espiritual, trayendo la vida no a los cuerpos sino a las almas. También vosotros, si no os abandonáis, podréis obrar estos prodigios, con la ayuda de Dios»20.

Dios quiere que todos se salven: esto es una invitación y una responsabilidad, que pesan sobre cada uno de nosotros. La Iglesia no es un reducto para privilegiados. «¿Acaso la gran Iglesia es una exigua parte de la tierra? La gran Iglesia es el mundo entero»21. Así escribía San Agustín, y añadía: «A cualquier sitio que te dirijas, allí está Cristo. Tienes por heredad los confines de la tierra; ven, poséela toda conmigo»22. ¿Os acordáis de cómo estaban las redes? Cargadas hasta rebosar: no cabían más peces. Dios espera ardientemente que se llene su casa23; es Padre, y le gusta vivir con todos sus hijos alrededor.

Notas
20

S. Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia, 29, 4 (PL 76, 1215-1216).

21

S. Agustín, Enarrationes in Psalmos, 21, 2, 26 (PL 36, 177).

22

S. Agustín, Enarrationes in Psalmos, 21, 2, 30 (PL 36, 180).

23

Cfr. Lc XIV, 23.

Referencias a la Sagrada Escritura
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