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¿Qué cambia entonces? Cambia que en el alma –porque en ella ha entrado Cristo, como subió a la barca de Pedro– se presentan horizontes más amplios, más ambición de servicio, y un deseo irreprimible de anunciar a todas las criaturas las magnalia Dei25, las cosas maravillosas que hace el Señor, si le dejamos hacer. No puedo silenciar que el trabajo –por decirlo así– profesional de los sacerdotes es un ministerio divino y público, que abraza exigentemente toda la actividad hasta tal punto que, en general, si a un sacerdote le sobra tiempo para otra labor que no sea propiamente sacerdotal, puede estar seguro de que no cumple el deber de su ministerio.

Hallábanse juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado Dídimo, y Natanael, que era de Caná de Galilea, y los hijos del Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. Díceles Simón Pedro: voy a pescar. Ellos respondieron: vamos también nosotros contigo. Fueron, pues, y entraron en la barca; y aquella noche no cogieron nada. Venida la mañana, se apareció Jesús en la ribera26.

Pasa al lado de sus Apóstoles, junto a esas almas que se han entregado a Él: y ellos no se dan cuenta. ¡Cuántas veces está Cristo, no cerca de nosotros, sino en nosotros; y vivimos una vida tan humana! Cristo está vecino, y no se lleva una mirada de cariño, una palabra de amor, una obra de celo de sus hijos.

Notas
25

Act II, 11.

26

Ioh XXI, 2-4.

Referencias a la Sagrada Escritura
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