309

Así actúa Nuestro Dios. Cuando aquel hijo regresa, después de haber gastado su dinero viviendo mal, después –sobre todo– de haberse olvidado de su padre, el padre dice: presto, traed aquí el vestido más precioso, y ponédselo, colocadle un anillo en el dedo; calzadle las sandalias y tomad un ternero cebado, matadlo y comamos y celebremos un banquete33. Nuestro Padre Dios, cuando acudimos a Él con arrepentimiento, saca, de nuestra miseria, riqueza; de nuestra debilidad, fortaleza. ¿Qué nos preparará, si no lo abandonamos, si lo frecuentamos cada día, si le dirigimos palabras de cariño confirmado con nuestras acciones, si le pedimos todo, confiados en su omnipotencia y en su misericordia? Solo por volver a Él su hijo, después de traicionarle, prepara una fiesta: ¿qué nos otorgará, si siempre hemos procurado quedarnos a su lado?

Lejos de nuestra conducta, por tanto, el recuerdo de las ofensas que nos hayan hecho, de las humillaciones que hayamos padecido –por injustas, inciviles y toscas que hayan sido–, porque es impropio de un hijo de Dios tener preparado un registro, para presentar una lista de agravios. No podemos olvidar el ejemplo de Cristo, y nuestra fe cristiana no se cambia como un vestido: puede debilitarse o robustecerse o perderse. Con esta vida sobrenatural, la fe se vigoriza, y el alma se aterra al considerar la miserable desnudez humana, sin lo divino. Y perdona, y agradece: Dios mío, si contemplo mi pobre vida, no encuentro ningún motivo de vanidad y, menos, de soberbia: solo encuentro abundantes razones para vivir siempre humilde y compungido. Sé bien que el mejor señorío es servir.

Notas
33

Lc XV, 22-23.

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma