94

Vamos a considerar por unos instantes los textos de esta Misa del martes de Pasión, para que sepamos distinguir el endiosamiento bueno del endiosamiento malo. Vamos a hablar de humildad, porque ésa es la virtud que nos ayuda a conocer, simultáneamente, nuestra miseria y nuestra grandeza.

Nuestra miseria resalta con demasiada evidencia. No me refiero a las limitaciones naturales: a tantas aspiraciones grandes con las que el hombre sueña y que, en cambio, no efectuará nunca, aunque solo sea por falta de tiempo. Pienso en lo que realizamos mal, en las caídas, en las equivocaciones que podrían evitarse y no se evitan. Continuamente experimentamos nuestra personal ineficacia. Pero, a veces, parece como si se juntasen todas estas cosas, como si se nos manifestasen con mayor relieve, para que nos demos cuenta de cuán poco somos. ¿Qué hacer?

Expecta Dominum1, espera en el Señor; vive de la esperanza, nos sugiere la Iglesia, con amor y con fe. Viriliter age2, pórtate varonilmente. ¿Qué importa que seamos criaturas de lodo, si tenemos la esperanza puesta en Dios? Y si en algún momento un alma sufre una caída, un retroceso –no es necesario que suceda–, se le aplica el remedio, como se procede normalmente en la vida ordinaria con la salud del cuerpo, y ¡a recomenzar de nuevo!

Notas
1

Ps XXVI, 14 (Introito de la Misa).

2

Ps XXVI, 14 (Introito de la Misa).

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma