Introducción

A ti, querido lector, van dirigidas esas líneas penetrantes, esos pensamientos lacónicos; medita cada palabra e imprégnate de su sentido.

En estas páginas aletea el espíritu de Dios. Detrás de cada una de sus sentencias hay un santo que ve tu intención y aguarda tus decisiones. Las frases quedan entrecortadas para que tú las completes con tu conducta.

No des un paso atrás: tu vida va a consistir en hacer dulce el sufrimiento. ¡Para eso eres discípulo del Maestro!

El mayor enemigo eres tú mismo, porque tu carne es flaca y terrena y tú has de ser fuerte y celestial. El centro de gravedad de tu cuerpo es el mundo; tu centro de gravedad ha de ser el cielo. Tu corazón es todo de Dios y sus afectos los has de consagrar por entero a Él.

Lector, no descanses: vela siempre y está alerta, porque el enemigo no duerme. Si estas máximas las conviertes en vida propia, serás un imitador perfecto de Jesucristo y un caballero sin tacha. Y con cristos como tú volverá España a la antigua grandeza de sus santos, sabios y héroes.

Vitoria, festividad de San José de 1939.

+ Xavier, A. A. de Vitoria

Este capítulo en otro idioma