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Cuando un alma de niño hace presentes al Señor sus deseos de indulto, debe estar segura de que verá pronto cumplidos esos deseos: Jesús arrancará del alma la cola inmunda, que arrastra por sus miserias pasadas; quitará el peso muerto, resto de todas las impurezas, que le hace pegarse al suelo; echará lejos del niño todo el lastre terreno de su corazón para que suba hasta la Majestad de Dios, a fundirse en la llamarada viva de Amor, que es Él.

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