887

Ese descorazonamiento que te producen tus faltas de generosidad, tus caídas, tus retrocesos —quizá sólo aparentes— te da la impresión muchas veces de que has roto algo de subido valor (tu santificación).

No te apures: lleva a la vida sobrenatural el modo discreto que para resolver conflicto semejante emplean los niños sencillos.

Han roto —por fragilidad, casi siempre— un objeto muy estimado por su padre. —Lo sienten, quizá lloran, pero van a consolar su pena con el dueño de la cosa inutilizada por su torpeza..., y el padre olvida el valor —aunque sea grande— del objeto destruido, y, lleno de ternura, no sólo perdona, sino que consuela y anima al chiquitín. —Aprende.

Este punto en otro idioma