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Se manifiesta la preocupación de toda la Iglesia por los problemas del llamado Tercer Mundo. En este sentido, es sabido que una de las mayores dificultades estriba en la escasez del clero, y especialmente de sacerdotes autóctonos. ¿Qué piensa al respecto, y, en todo caso, cuál es la experiencia de usted en este terreno?

Pienso que, efectivamente, el aumento del clero autóctono es un problema de primordial importancia, para asegurar el desarrollo —y aun la permanencia— de la Iglesia en muchas naciones, especialmente en aquellas que atraviesan momentos de enconado nacionalismo.

En cuanto a mi experiencia personal, debo decir que uno de los muchos motivos que tengo de agradecimiento al Señor es ver con qué segura doctrina, visión universal, católica, y ardiente espíritu de servicio —son desde luego mejores que yo— se forman y llegan al sacerdocio en el Opus Dei centenares de laicos de diversas naciones —pasarán ya de sesenta países— donde es problema urgente para la Iglesia el desarrollo del clero autóctono. Algunos han recibido el episcopado en esas mismas naciones, y creado ya florecientes seminarios.

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