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Cuando —a veces, como un relámpago; en ocasiones, como una mosca sucia y pesada, a la que se echa y vuelve— venga a desazonarte el pensamiento de que te falta rectitud de intención, haz siempre, y enseguida, actos contrarios…, y sigue trabajando tranquilo, por El y con El.
—De paso, aunque te parezca que lo pronuncias sólo con los labios, di despacio: Señor, para mí nada quiero. Todo para tu gloria y por tu Amor.
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