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Al considerar ahora mismo mis miserias, Jesús, te he dicho: déjate engañar por tu hijo, como esos padres buenos, padrazos, que ponen en las manos de su niño el don que de ellos quieren recibir…, porque muy bien saben que los niños nada tienen.

—Y ¡qué alborozo el del padre y el del hijo, aunque los dos estén en el secreto!

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