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Quiero prevenirte ante una dificultad que quizá puede presentarse: la tentación del cansancio, del desaliento.

—¿No está fresco aún el recuerdo de una vida —la tuya— sin rumbo, sin meta, sin salero, que la luz de Dios y tu entrega han encauzado y llenado de alegría?

—No cambies tontamente esto por aquello.

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