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Los enemigos de Dios y de su Iglesia, manejados por el odio imperecedero de satanás, se mueven y se organizan sin tregua.

Con una constancia "ejemplar", preparan sus cuadros, mantienen escuelas, directivos y agitadores y, con una acción disimulada —pero eficaz—, propagan sus ideas, y llevan —a los hogares y a los lugares de trabajo— su semilla destructora de toda ideología religiosa.

—¿Qué no habremos de hacer los cristianos por servir al Dios nuestro, siempre con la verdad?

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