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Ama apasionadamente al Señor. ¡Amale con locura!, porque si hay amor —¡entonces!— me atrevo a afirmar que ni siquiera se precisan los propósitos. Mis padres —piensa en los tuyos— no necesitaban hacer propósito de quererme, ¡y qué derroche de detalles cotidianos de cariño tenían conmigo!

Con ese corazón humano, podemos y debemos amar a Dios.

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