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Hay que amar a la Santísima Virgen: ¡nunca la amaremos bastante!

—¡Quiérela mucho! —Que no te baste colocar imágenes suyas, y saludarlas, y decir jaculatorias, sino que sepas ofrecer —en tu vida llena de reciedumbre— algún pequeño sacrificio cada día, para manifestarle tu amor, y el que queremos que le profese la humanidad entera.

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