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Jesús ha muerto. Es un cadáver. Aquellas mujeres santas no esperaban nada. Habían visto cómo le habían maltratado y cómo le habían crucificado: ¡qué presente tenían la violencia de aquella Pasión sufrida!

Sabían también que los soldados vigilaban el lugar, sabían que el sepulcro estaba completamente cerrado: ¿quién nos quitará la piedra de la entrada?, se preguntaban, porque era una losa enorme. Sin embargo…, a pesar de todo, ellas acuden a estar con El.

Mira, las dificultades —grandes y pequeñas— se ven enseguida…, pero, si hay amor, no se repara en esos obstáculos, y se procede con audacia, con decisión, con valentía: ¿no has de confesar que sientes vergüenza al contemplar el empuje, la intrepidez y la valentía de estas mujeres?

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