864
Acude a la Dulce Señora María, Madre de Dios y Madre Nuestra, encomendándole la limpieza de alma y de cuerpo de todas las personas.
Dile que quieres invocarla —y que la invoquen siempre—, y siempre vencer, en las horas malas —o buenas, y muy buenas— de la lucha contra los enemigos de nuestra condición de hijos de Dios.
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