Sinceridad

Quien oculta a su Director una tentación, tiene un secreto a medias con el demonio. —Se ha hecho amigo del enemigo.

El polvo y la ceguera de cierta caída te producen desasosiego, junto con pensamientos que quieren quitarte la paz.

—¿Has buscado el desahogo en las lágrimas junto al Señor, y en la conversación confiada con un hermano?

Sinceridad: con Dios, con el Director, con tus hermanos los hombres. —Así estoy seguro de tu perseverancia.

¿Un medio para ser franco y sencillo?… Escucha y medita estas palabras de Pedro: «Domine, Tu omnia nosti…» —Señor, ¡Tú lo sabes todo!

¿Qué diré?, me preguntas al comenzar a abrir tu alma. Y, con segura conciencia, te respondo: en primer lugar, aquello que querrías que no se supiera.

Los defectos que ves en los demás quizá son los tuyos. «Si oculus tuus fuerit simplex…» —Si tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado; mas si tienes malicioso tu ojo, todo tu cuerpo estará oscurecido.

Y más aún: “¿cómo te pones a mirar la mota en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que está dentro del tuyo?”

—Examínate.

Todos necesitamos prevenir la falta de objetividad, siempre que se trate de juzgar la propia conducta… —Tú, también.

De acuerdo, dices la verdad “casi” por entero… Luego no eres veraz.

Te quejas…, y continúo con intransigencia santa: te quejas…, porque esta vez he puesto el dedo en tu llaga.

Has entendido en qué consiste la sinceridad cuando me escribes: “estoy tratando de acostumbrarme a llamar a las cosas por su nombre y, sobre todo, a no buscar apelativos para lo que no existe”.

Piénsalo bien: ser transparente consiste más en no tapar que en querer hacer ver… Se trata de permitir que se distingan los objetos que hay en el fondo de un vaso, y no de esforzarse en volver visible el aire.

Que obremos siempre de tal manera, en la presencia de Dios, que no tengamos que ocultar nada a los hombres.

Se acabaron los agobios… Has descubierto que la sinceridad con el Director arregla los entuertos con una facilidad admirable.

¡Cómo yerran padres, maestros, directores… que exigen sinceridad absoluta y, cuando se les muestra toda la verdad, se asustan!

Leías en aquel diccionario los sinónimos de insincero: “ambiguo, ladino, disimulado, taimado, astuto”… —Cerraste el libro, mientras pedías al Señor que nunca pudiesen aplicarte esos calificativos, y te propusiste afinar aún más en esta virtud sobrenatural y humana de la sinceridad.

«Abyssus, abyssum invocat…» —un abismo llama a otro abismo, te he recordado ya. Es la descripción exacta del modo de comportarse de los mentirosos, de los hipócritas, de los renegados, de los traidores: como están a disgusto con su propio modo de conducirse, ocultan a los demás sus trapacerías, para ir de mal en peor, creando un despeñadero entre ellos y el prójimo.

«Tota pulchra es Maria, et macula originalis non est in te!» —¡toda hermosa eres, María, y no hay en ti mancha original!, canta la liturgia alborozada. No hay en Ella ni la menor sombra de doblez: ¡a diario ruego a Nuestra Madre que sepamos abrir el alma en la dirección espiritual, para que la luz de la gracia ilumine toda nuestra conducta!

—María nos obtendrá la valentía de la sinceridad, para que nos alleguemos más a la Trinidad Beatísima, si así se lo suplicamos.

Referencias a la Sagrada Escritura
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