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Pena me causó aquel hombre de gobierno. Intuía la existencia de algunos problemas, lógicos por otra parte en la vida…, y se asustó y se molestó cuando se los comunicaron. Prefería desconocerlos, vivir con la media luz o con la penumbra de su visión, para permanecer tranquilo.
Le aconsejé que los afrontara con crudeza y con claridad, precisamente para que dejaran de existir, y le aseguré que entonces sí viviría con la verdadera paz.
Tú, no resuelvas los problemas, propios y ajenos, ignorándolos: esto sería comodidad, pereza, abrir la puerta a la acción del diablo.
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