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No tomes nunca una actitud de suficiencia frente a las cosas de la Iglesia, ni frente a los hombres, tus hermanos… Pero, en cambio, esa actitud puede ser necesaria en la actuación social, cuando se trata de defender los intereses de Dios y de las almas, porque ya no se trata de suficiencia, sino de fe y fortaleza, que viviremos con serena y humilde seguridad.

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