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Murmurar, dicen, es muy humano. —He replicado: nosotros hemos de vivir a lo divino.

La palabra malvada o ligera de un solo hombre puede formar una opinión, y aun poner de moda que se hable mal de alguien… Luego, esa murmuración sube de abajo, llega a la altura, y quizá se condensa en negras nubes.

—Pero, cuando el hostigado es un alma de Dios, las nubes se resuelven en lluvia fecunda, suceda lo que suceda; y el Señor se encarga de ensalzar, en lo que pretendían humillarle o difamarle.

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