Lista de puntos

Hay 4 puntos en «Amigos de Dios» cuya materia es Endiosamiento → bueno.

Vamos a considerar por unos instantes los textos de esta Misa del martes de Pasión, para que sepamos distinguir el endiosamiento bueno del endiosamiento malo. Vamos a hablar de humildad, porque ésa es la virtud que nos ayuda a conocer, simultáneamente, nuestra miseria y nuestra grandeza.

Nuestra miseria resalta con demasiada evidencia. No me refiero a las limitaciones naturales: a tantas aspiraciones grandes con las que el hombre sueña y que, en cambio, no efectuará nunca, aunque solo sea por falta de tiempo. Pienso en lo que realizamos mal, en las caídas, en las equivocaciones que podrían evitarse y no se evitan. Continuamente experimentamos nuestra personal ineficacia. Pero, a veces, parece como si se juntasen todas estas cosas, como si se nos manifestasen con mayor relieve, para que nos demos cuenta de cuán poco somos. ¿Qué hacer?

Expecta Dominum1, espera en el Señor; vive de la esperanza, nos sugiere la Iglesia, con amor y con fe. Viriliter age2, pórtate varonilmente. ¿Qué importa que seamos criaturas de lodo, si tenemos la esperanza puesta en Dios? Y si en algún momento un alma sufre una caída, un retroceso –no es necesario que suceda–, se le aplica el remedio, como se procede normalmente en la vida ordinaria con la salud del cuerpo, y ¡a recomenzar de nuevo!

Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da su gracia11, enseña el Apóstol San Pedro. En cualquier época, en cualquier situación humana, no existe más camino –para vivir vida divina– que el de la humildad. ¿Es que el Señor se goza acaso en nuestra humillación? No. ¿Qué alcanzaría con nuestro abatimiento el que ha creado todo, y mantiene y gobierna cuanto existe? Dios únicamente desea nuestra humildad, que nos vaciemos de nosotros mismos, para poder llenarnos; pretende que no le pongamos obstáculos, para que –hablando al modo humano– quepa más gracia suya en nuestro pobre corazón. Porque el Dios que nos inspira ser humildes es el mismo que transformará el cuerpo de nuestra humildad y le hará conforme al suyo glorioso, con la misma virtud eficaz con que puede también sujetar a su imperio todas las cosas12. Nuestro Señor nos hace suyos, nos endiosa con un endiosamiento bueno.

Os recuerdo que si sois sinceros, si os mostráis como sois, si os endiosáis, a base de humildad, no de soberbia, vosotros y yo permaneceremos seguros en cualquier ambiente: podremos hablar siempre de victorias, y nos llamaremos vencedores. Con esas íntimas victorias del amor de Dios, que traen la serenidad, la felicidad del alma, la comprensión.

La humildad nos empujará a que llevemos a cabo grandes labores; pero a condición de que no perdamos de vista la conciencia de nuestra poquedad, con un convencimiento de nuestra pobre indigencia que crezca cada día. «Admite sin vacilaciones que eres un servidor obligado a realizar un gran número de servicios. No te pavonees por ser llamado hijo de Dios –reconozcamos la gracia, pero no olvidemos nuestra naturaleza–; no te engrías si has servido bien, porque has cumplido lo que tenías que hacer. El sol efectúa su tarea, la luna obedece; los ángeles desempeñan su cometido. El instrumento escogido por el Señor para los gentiles, dice: yo no merezco el nombre de Apóstol, porque he perseguido la Iglesia de Dios (1 Cor XV, 9)... Tampoco nosotros pretendamos ser alabados por nosotros mismos»26: por nuestros méritos, siempre mezquinos.

Humildad y alegría

Líbrame de todo lo malo y perverso que hay en el hombre27. De nuevo el texto de la Misa nos habla del buen endiosamiento: destaca ante nuestros ojos la mala pasta de que estamos formados, con todas las malvadas inclinaciones; y después suplica: emitte lucem tuam28, envía tu luz y tu verdad, que me han guiado y traído a tu monte santo. No me importa contaros que me he emocionado al recitar estas palabras del Gradual.

¿Cómo nos hemos de comportar para adquirir ese endiosamiento bueno? En el Evangelio leemos que Jesús no quería ir a Judea, porque los judíos le buscaban para matarle29. Él, que con un deseo de su voluntad podría eliminar a sus enemigos, ponía también los medios humanos. Él, que era Dios y le bastaba una decisión suya para cambiar las circunstancias, nos ha dejado una lección encantadora: no fue a Judea. Sus parientes le dijeron: aléjate de este país y ve a Judea, para que tus discípulos admiren también tus obras30. Pretendían que hiciese espectáculo. ¿Lo veis? ¿Veis que es una lección de endiosamiento bueno y endiosamiento malo?

Endiosamiento bueno: esperen en Ti –canta el Ofertorio– todos los que conocen tu nombre, Señor, porque nunca abandonas a los que te buscan31. Y viene el regocijo de este barro lleno de lañas, porque no se ha olvidado de las oraciones de los pobres32, de los humildes.

Notas
1

Ps XXVI, 14 (Introito de la Misa).

2

Ps XXVI, 14 (Introito de la Misa).

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
11

1 Pet V, 5.

12

Phil III, 21.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
26

S. Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, VIII, 32 (PL 15, 1774).

Notas
27

Cfr. Ps XLII, 1 (Gradual de la Misa).

28

Ps XLII, 3 (Gradual de la Misa).

29

Ioh VII, 1.

30

Ioh VII, 3.

31

Ps IX, 11.

32

Ps IX, 13.

Referencias a la Sagrada Escritura