Lista de puntos

Hay 2 puntos en «Amigos de Dios» cuya materia es Diligencia.

Desde la primera hora

El reino de los cielos se parece a un padre de familia, que al romper el día salió a alquilar jornaleros para su viña7. Ya conocéis el relato: aquel hombre vuelve en diferentes ocasiones a la plaza para contratar trabajadores: unos fueron llamados al comenzar la aurora; otros, muy cercana la noche.

Todos reciben un denario: «el salario que te había prometido, es decir, mi imagen y semejanza. En el denario está incisa la imagen del Rey»8. Esta es la misericordia de Dios, que llama a cada uno de acuerdo con sus circunstancias personales, porque quiere que todos los hombres se salven9. Pero nosotros hemos nacido cristianos, hemos sido educados en la fe, hemos recibido, muy clara, la elección del Señor. Esta es la realidad. Entonces, cuando os sentís invitados a corresponder, aunque sea a última hora, ¿podréis continuar en la plaza pública, tomando el sol como muchos de aquellos obreros, porque les sobraba el tiempo?

No nos debe sobrar el tiempo, ni un segundo: y no exagero. Trabajo hay; el mundo es grande y son millones las almas que no han oído aún con claridad la doctrina de Cristo. Me dirijo a cada uno de vosotros. Si te sobra tiempo, recapacita un poco: es muy posible que vivas metido en la tibieza; o que, sobrenaturalmente hablando, seas un tullido. No te mueves, estás parado, estéril, sin desarrollar todo el bien que deberías comunicar a los que se encuentran a tu lado, en tu ambiente, en tu trabajo, en tu familia.

Laboriosidad, diligencia

Hay dos virtudes humanas –la laboriosidad y la diligencia–, que se confunden en una sola: en el empeño por sacar partido a los talentos que cada uno ha recibido de Dios. Son virtudes porque inducen a acabar las cosas bien. Porque el trabajo –lo vengo predicando desde 1928– no es una maldición, ni un castigo del pecado. El Génesis habla de esa realidad, antes de que Adán se hubiera rebelado contra Dios9. En los planes del Señor, el hombre habría de trabajar siempre, cooperando así en la inmensa tarea de la creación.

El que es laborioso aprovecha el tiempo, que no solo es oro, ¡es gloria de Dios! Hace lo que debe y está en lo que hace, no por rutina, ni por ocupar las horas, sino como fruto de una reflexión atenta y ponderada. Por eso es diligente. El uso normal de esta palabra –diligente– nos evoca ya su origen latino. Diligente viene del verbo diligo, que es amar, apreciar, escoger como fruto de una atención esmerada y cuidadosa. No es diligente el que se precipita, sino el que trabaja con amor, primorosamente.

Nuestro Señor, perfecto hombre, eligió una labor manual, que realizó delicada y entrañablemente durante la casi totalidad de los años que permaneció en la tierra. Ejercitó su ocupación de artesano entre los otros habitantes de su aldea, y aquel quehacer humano y divino nos ha demostrado claramente que la actividad ordinaria no es un detalle de poca importancia, sino el quicio de nuestra santificación, ocasión continua para encontrarnos con Dios y alabarle y glorificarle con la operación de nuestra inteligencia o la de nuestras manos.

Notas
7

Mt XX, 1.

8

S. Jerónimo, Commentariorum in Matthaeum libri, 3, 20 (PL 26, 147).

9

1 Tim II, 4.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
9

Cfr. Gen II, 15.

Referencias a la Sagrada Escritura