Lista de puntos

Hay 2 puntos en «Amigos de Dios» cuya materia es Felicidad → felicidad y entrega.

Si consientes en que Dios señoree sobre tu nave, que Él sea el amo, ¡qué seguridad!..., también cuando parece que se ausenta, que se queda adormecido, que se despreocupa, y se levanta la tormenta en medio de las tinieblas más oscuras. Relata San Marcos que en esas circunstancias se encontraban los Apóstoles; y Jesús, al verles remar con gran fatiga –por cuanto el viento les era contrario–, a eso de la cuarta hora nocturna, vino hacia ellos caminando sobre el mar... Cobrad ánimo, soy yo, no tenéis nada que temer. Y se metió con ellos en la barca, y cesó el viento27.

Hijos míos, ¡ocurren tantas cosas en la tierra...! Os podría contar de penas, de sufrimientos, de malos tratos, de martirios –no le quito ni una letra–, del heroísmo de muchas almas. Ante nuestros ojos, en nuestra inteligencia brota a veces la impresión de que Jesús duerme, de que no nos oye; pero San Lucas narra cómo se comporta el Señor con los suyos: mientras ellos –los discípulos– iban navegando, se durmió Jesús, al tiempo que un viento recio alborotó las olas, de manera que, llenándose de agua la barca, corrían riesgo. Con esto, se acercaron a Él, y le despertaron, gritando: ¡Maestro, que perecemos! Puesto Jesús en pie, mandó al viento y a la tormenta que se calmasen, e inmediatamente cesaron, y siguió una gran bonanza. Entonces les preguntó: ¿dónde está vuestra fe?28.

Si nos damos, Él se nos da. Hay que confiar plenamente en el Maestro, hay que abandonarse en sus manos sin cicaterías; manifestarle, con nuestras obras, que la barca es suya; que queremos que disponga a su antojo de todo lo que nos pertenece.

Termino, acudiendo a la intercesión de Santa María, con estos propósitos: a vivir de fe; a perseverar con esperanza; a permanecer pegados a Jesucristo; a amarle de verdad, de verdad, de verdad; a recorrer y saborear nuestra aventura de Amor, que enamorados de Dios estamos; a dejar que Cristo entre en nuestra pobre barca, y tome posesión de nuestra alma como Dueño y Señor; a manifestarle con sinceridad que nos esforzaremos en mantenernos siempre en su presencia, día y noche, porque Él nos ha llamado a la fe: ecce ego quia vocasti me!29, y venimos a su redil, atraídos por sus voces y silbidos de Buen Pastor, con la certeza de que solo a su sombra encontraremos la verdadera felicidad temporal y eterna.

Si vivimos así, realizaremos en el mundo una tarea de paz; sabremos hacer amable a los demás el servicio al Señor, porque Dios ama al que da con alegría28. El cristiano es uno más en la sociedad; pero de su corazón desbordará el gozo del que se propone cumplir, con la ayuda constante de la gracia, la Voluntad del Padre. Y no se siente víctima, ni capitidisminuido, ni coartado. Camina con la cabeza alta, porque es hombre y es hijo de Dios.

Nuestra fe confiere todo su relieve a estas virtudes que ninguna persona debería dejar de cultivar. Nadie puede ganar al cristiano en humanidad. Por eso el que sigue a Cristo es capaz –no por mérito propio, sino por gracia del Señor– de comunicar a los que le rodean lo que a veces barruntan, pero no logran entender: que la verdadera felicidad, el auténtico servicio al prójimo pasa solo por el Corazón de Nuestro Redentor, perfectus Deus, perfectus homo.

Acudamos a María, Madre nuestra, la criatura más excelente que ha salido de las manos de Dios. Pidámosle que nos haga hombres de bien y que esas virtudes humanas, engarzadas en la vida de la gracia, se conviertan en la mejor ayuda para los que, con nosotros, trabajan en el mundo por la paz y la felicidad de todos.

Notas
27

Mc VI, 48, 50-51.

28

Lc VIII, 23-25.



29

1 Reg III, 9.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
28

2 Cor IX, 7.

Referencias a la Sagrada Escritura