Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Amigos de Dios» cuya materia es Paciencia → serenidad.

Fuertes y pacientes: serenos. Pero no con la serenidad del que compra la propia tranquilidad a costa de desinteresarse de sus hermanos o de la gran tarea, que a todos corresponde, de difundir sin tasa el bien por el mundo entero. Serenos porque siempre hay perdón, porque todo encuentra remedio, menos la muerte y, para los hijos de Dios, la muerte es vida. Serenos, aunque solo fuese para poder actuar con inteligencia: quien conserva la calma está en condiciones de pensar, de estudiar los pros y los contras, de examinar juiciosamente los resultados de las acciones previstas. Y después, sosegadamente, interviene con decisión.

No es prudente el que no se equivoca nunca, sino el que sabe rectificar sus errores. Es prudente porque prefiere no acertar veinte veces, antes que dejarse llevar de un cómodo abstencionismo. No obra con alocada precipitación o con absurda temeridad, pero se asume el riesgo de sus decisiones, y no renuncia a conseguir el bien por miedo a no acertar. En nuestra vida encontramos compañeros ponderados, que son objetivos, que no se apasionan inclinando la balanza hacia el lado que les conviene. De esas personas, casi instintivamente, nos fiamos; porque, sin presunción y sin ruidos de alharacas, proceden siempre bien, con rectitud.

Esta virtud cardinal es indispensable en el cristiano; pero las últimas metas de la prudencia no son la concordia social o la tranquilidad de no provocar fricciones. El motivo fundamental es el cumplimiento de la Voluntad de Dios, que nos quiere sencillos, pero no pueriles; amigos de la verdad, pero nunca aturdidos o ligeros. El corazón prudente poseerá la ciencia17; y esa ciencia es la del amor de Dios, el saber definitivo, el que puede salvarnos, trayendo a todas las criaturas frutos de paz y de comprensión y, para cada alma, la vida eterna.

Al leer la Epístola de hoy, veía a Daniel metido entre aquellos leones hambrientos, y, sin pesimismo –no puedo decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque todos los tiempos han sido buenos y malos–, consideraba que también en los momentos actuales andan muchos leones sueltos, y nosotros hemos de vivir en este ambiente. Leones que buscan a quien devorar: tamquam leo rugiens circuit quaerens quem devoret25.

¿Cómo evitaremos esas fieras? Quizá no nos ocurra como a Daniel. Yo no soy milagrero, pero amo esa grandiosidad de Dios, y entiendo que le hubiera sido más fácil aplacar el hambre del profeta, o ponerle delante un alimento; y no lo hizo. Dispuso, en cambio, que desde Judea se trasladara milagrosamente otro profeta, Habacuc, a llevarle la comida. No le importó obrar un prodigio grande, porque Daniel no se hallaba en aquel pozo porque sí, sino por una injusticia de los secuaces del diablo, por ser servidor de Dios y destructor de ídolos.

Nosotros, sin portentos espectaculares, con normalidad de ordinaria vida cristiana, con una siembra de paz y de alegría, hemos de destruir también muchos ídolos: el de la incomprensión, el de la injusticia, el de la ignorancia, el de la pretendida suficiencia humana que vuelve arrogante la espalda a Dios.

No os asustéis, ni temáis ningún daño, aunque las circunstancias en que trabajéis sean tremendas, peores que las de Daniel en la fosa con aquellos animales voraces. Las manos de Dios son igualmente poderosas y, si fuera necesario, harían maravillas. ¡Fieles! Con una fidelidad amorosa, consciente, alegre, a la doctrina de Cristo, persuadidos de que los años de ahora no son peores que los de otros siglos, y de que el Señor es el de siempre.

Conocí a un anciano sacerdote, que afirmaba –sonriente– de sí mismo: yo estoy siempre tranquilo, tranquilo. Y así hemos de encontrarnos siempre nosotros, metidos en el mundo, rodeados de leones hambrientos, pero sin perder la paz: tranquilos. Con amor, con fe, con esperanza, sin olvidar jamás que, si conviene, el Señor multiplicará los milagros.

Notas
17

Prv XVIII, 15.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
25

1 Pet V, 8.

Referencias a la Sagrada Escritura