Lista de puntos

Hay 2 puntos en «Amigos de Dios» cuya materia es Vida sobrenatural  → fundamentada en la humildad.

Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da su gracia11, enseña el Apóstol San Pedro. En cualquier época, en cualquier situación humana, no existe más camino –para vivir vida divina– que el de la humildad. ¿Es que el Señor se goza acaso en nuestra humillación? No. ¿Qué alcanzaría con nuestro abatimiento el que ha creado todo, y mantiene y gobierna cuanto existe? Dios únicamente desea nuestra humildad, que nos vaciemos de nosotros mismos, para poder llenarnos; pretende que no le pongamos obstáculos, para que –hablando al modo humano– quepa más gracia suya en nuestro pobre corazón. Porque el Dios que nos inspira ser humildes es el mismo que transformará el cuerpo de nuestra humildad y le hará conforme al suyo glorioso, con la misma virtud eficaz con que puede también sujetar a su imperio todas las cosas12. Nuestro Señor nos hace suyos, nos endiosa con un endiosamiento bueno.

La soberbia, el enemigo

¿Y qué es lo que impide esta humildad, este endiosamiento bueno? La soberbia. Ese es el pecado capital que conduce al endiosamiento malo. La soberbia lleva a seguir, quizá en las cuestiones más menudas, la insinuación que Satanás presentó a nuestros primeros padres: se abrirán vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal13. Se lee también en la Escritura que el principio de la soberbia es apartarse de Dios14. Porque este vicio, una vez arraigado, influye en toda la existencia del hombre, hasta convertirse en lo que San Juan llama superbia vitae15, soberbia de la vida.

¿Soberbia? ¿De qué? La Escritura Santa recoge acentos, trágicos y cómicos a un tiempo, para estigmatizar la soberbia: ¿de qué te ensoberbeces, polvo y ceniza? Ya en vida vomitas las entrañas. Una ligera enfermedad: el médico sonríe. El hombre que hoy es rey, mañana estará muerto16.

Notas
11

1 Pet V, 5.

12

Phil III, 21.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
13

Gen III, 5.

14

Ecclo X, 14.

15

1 Ioh II, 16.

16

Cfr. Ecclo X, 9, 11-12.

Referencias a la Sagrada Escritura