Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Camino» cuya materia es Vanidad → vanagloria.

Cuando percibas los aplausos del triunfo, que suenen también en tus oídos las risas que provocaste con tus fracasos.

No quieras ser como aquella veleta dorada del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra.

—Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará la casa.

No olvides que eres... el depósito de la basura. —Por eso, si acaso el Jardinero divino echa mano de ti, y te friega y te limpia... y te llena de magníficas flores..., ni el aroma ni el color, que embellecen tu fealdad, han de ponerte orgulloso.

—Humíllate: ¿no sabes que eres el cacharro de los desperdicios?

Si te conocieras, te gozarías en el desprecio, y lloraría tu corazón ante la exaltación y la alabanza.

Si callas lograrás más eficacia en tus empresas de apóstol —¡a cuántos se les va «la fuerza» por la boca!— y te evitarás muchos peligros de vanagloria.

¡Siempre el espectáculo! —Me pides fotografías, gráficos, estadísticas.

—No te envío ese material, porque —me parece muy respetable la opinión contraria— creería luego que hacía una labor con vistas a encaramarme en la tierra..., y donde quiero encaramarme es en el cielo.

«Deo omnis gloria». —Para Dios toda la gloria. —Es una confesión categórica de nuestra nada. Él, Jesús, lo es todo. Nosotros, sin Él, nada valemos: nada.

Nuestra vanagloria sería eso: gloria vana; sería un robo sacrílego; el «yo» no debe aparecer en ninguna parte.

Sin mí nada podéis hacer, ha dicho el Señor. —Y lo ha dicho, para que tú y yo no nos apuntemos éxitos que son suyos. —«Sine me, nihil!...»

¿Cómo te atreves a emplear ese chispazo del entendimiento divino, que es tu razón, en otra cosa que no sea dar gloria a tu Señor?

Si la vida no tuviera por fin dar gloria a Dios, sería despreciable, más aún: aborrecible.

Da «toda» la gloria a Dios. —«Exprime» con tu voluntad, ayudado por la gracia, cada una de tus acciones, para que en ellas no quede nada que huela a humana soberbia, a complacencia de tu «yo».

No cuentes hechos de «tu» apostolado como no sea para provecho del prójimo.

Referencias a la Sagrada Escritura