Lista de puntos

Hay 24 puntos en «Camino» cuya materia es Vida sobrenatural .

La gente tiene una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones. —Cuando vivas vida sobrenatural obtendrás de Dios la tercera dimensión: la altura, y, con ella, el relieve, el peso y el volumen.

Si pierdes el sentido sobrenatural de tu vida, tu caridad será filantropía; tu pureza, decencia; tu mortificación, simpleza; tu disciplina, látigo, y todas tus obras, estériles.

El silencio es como el portero de la vida interior.

Paradoja: es más asequible ser santo que sabio, pero es más fácil ser sabio que santo.

Distraerte. —¡Necesitas distraerte!..., abriendo mucho tus ojos para que entren bien las imágenes de las cosas, o cerrándolos casi, por exigencia de tu miopía...

¡Ciérralos del todo!: ten vida interior, y verás, con color y relieve insospechados, las maravillas de un mundo mejor, de un mundo nuevo: y tratarás a Dios..., y conocerás tu miseria..., y te endiosarás... con un endiosamiento que, al acercarte a tu Padre, te hará más hermano de tus hermanos los hombres.

Aspiración: Que sea yo bueno, y todos los demás mejores que yo.

La conversión es cosa de un instante. —La santificación es obra de toda la vida.

Nada hay mejor en el mundo que estar en gracia de Dios.

Pureza de intención. —La tendrás siempre, si, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios.

Métete en las llagas de Cristo Crucificado. —Allí aprenderás a guardar tus sentidos, tendrás vida interior, y ofrecerás al Padre de continuo los dolores del Señor y los de María, para pagar por tus deudas y por todas las deudas de los hombres.

Tu impaciencia santa, por servirle, no desagrada a Dios. —Pero será estéril si no va acompañada de un efectivo mejoramiento en tu conducta diaria.

Rectificar. —Cada día un poco. —Esta es tu labor constante si de veras quieres hacerte santo.

¡Mira qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! —Porque en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa: y, en el divino, se perdona.

¡Bendito sea el santo Sacramento de la Penitencia!

«Induimini Dominum Jesum Christum» —revestíos de Nuestro Señor Jesucristo, decía San Pablo a los Romanos. —En el Sacramento de la Penitencia es donde tú y yo nos revestimos de Jesucristo y de sus merecimientos.

¡La guerra! —La guerra tiene una finalidad sobrenatural —me dices— desconocida para el mundo: la guerra ha sido para nosotros...

—La guerra es el obstáculo máximo del camino fácil. —Pero tendremos, al final, que amarla, como el religioso debe amar sus disciplinas.

¡Poder de tu nombre, Señor! —Encabecé mi carta, como suelo: «Jesús te me guarde».

—Y me escriben: «El ¡Jesús te me guarde! de su carta ya me ha servido para librarme de una buena. Que Él les guarde también a todos».

«Ya que el Señor me ayuda con su acostumbrada generosidad, procuraré corresponder con un ‘afinamiento’ de mis modos», me dijiste.—Y yo no tuve nada que añadir.

Te escribí, y te decía: «me apoyo en ti: ¡tu verás qué hacemos...!» —¡Qué íbamos a hacer, sino apoyarnos en el Otro!

Misionero. —Sueñas con ser misionero. Tienes vibraciones a lo Xavier: y quieres conquistar para Cristo un imperio. —¿El Japón, China, la India, Rusia..., los pueblos fríos del norte de Europa, o América, o África, o Australia?

—Fomenta esos incendios en tu corazón, esas hambres de almas. Pero no me olvides que eres más misionero «obedeciendo». Lejos geográficamente de esos campos de apostolado, trabajas «aquí» y «allí»: ¿no sientes —¡como Xavier!— el brazo cansado después de administrar a tantos el bautismo?

Me dices que sí, que quieres. —Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer?

—¿No? —Entonces no quieres.

¡Qué afán ponen los hombres en sus asuntos terrenos!: ilusiones de honores, ambición de riquezas, preocupaciones de sensualidad. —Ellos y ellas, ricos y pobres, viejos y hombres maduros y jóvenes y aun niños: todos igual.

—Cuando tú y yo pongamos el mismo afán en los asuntos de nuestra alma tendremos una fe viva y operativa: y no habrá obstáculo que no venzamos en nuestras empresas de apostolado.

Para ti, que eres deportista, ¡qué buena razón es esta del Apóstol!: «Nescitis quod ii qui in stadio currunt omnes quidem currunt, sed unus accipit bravium? Sic currite ut comprehendatis» —¿No sabéis que los que corren en el estadio, aunque todos corren, uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo ganéis.

Recógete. —Busca a Dios en ti y escúchale.

Fomenta esos pensamientos nobles, esos santos deseos incipientes... —Un chispazo puede dar lugar a una hoguera.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura