Lista de puntos

Hay 16 puntos en «Camino» cuya materia es Caridad.

¡Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad.

La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza.

Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia.

Cuando hayas terminado tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza y naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo que en justicia debes.

—¡Esto sí que es fina virtud de hijo de Dios!

Te duelen las faltas de caridad del prójimo para ti. ¿Cuánto dolerán a Dios tus faltas de caridad —de Amor— para Él?

No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablemente.

No hagas crítica negativa: cuando no puedes alabar, cállate.

Nunca hables mal de tu hermano, aunque tengas sobrados motivos. —Ve primero al Sagrario, y luego ve al Sacerdote, tu padre, y desahoga también tu pena con él.

—Y con nadie más.

La murmuración es roña que ensucia y entorpece el apostolado. —Va contra la caridad, resta fuerzas, quita la paz, y hace perder la unión con Dios.

Si eres tan miserable, ¿cómo te extraña que los demás tengan miserias?

Después de ver en qué se emplean, ¡íntegras!, muchas vidas (lengua, lengua, lengua con todas sus consecuencias), me parece más necesario y más amable el silencio. —Y entiendo muy bien que pidas cuenta, Señor, de la palabra ociosa.

Es más fácil decir que hacer. —Tú..., que tienes esa lengua tajante —de hacha—, ¿has probado alguna vez, por casualidad siquiera, a hacer «bien» lo que, según tu «autorizada» opinión, hacen los otros menos bien?

Eso se llama: susurración, murmuración, trapisonda, enredo, chisme, cuento, insidia..., ¿calumnia?, ¿vileza?

—Es difícil que la «función de criterio», de quien no tiene por qué ejercitarla, no acabe en «faena de comadres».

¡Cuánto duele a Dios y cuánto daña a muchas almas —y cuánto puede santificar a otras— la injusticia de los «justos»!

«Saludad a todos los santos. Todos los santos os saludan. A todos los santos que viven en Éfeso. A todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos» —¿Verdad que es conmovedor ese apelativo —¡santos!— que empleaban los primeros fieles cristianos para denominarse entre sí?

—Aprende a tratar a tus hermanos.

¡Qué grande es el valor de la humildad! —«Quia respexit humilitatem...». Por encima de la fe, de la caridad, de la pureza inmaculada, reza el himno gozoso de nuestra Madre en la casa de Zacarías:

«Porque vio mi humildad, he aquí que, por esto, me llamarán bienaventurada todas las generaciones».

El esfuerzo de cada uno de vosotros, aislado, resulta ineficaz. —Si os une la caridad de Cristo, os maravillará la eficacia.

Con frecuencia comparo la labor de apostolado con una máquina: ruedas dentadas, émbolos, válvulas, tornillos...

Pues, la caridad —tu caridad— es el lubricante.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura