Lista de puntos

Hay 10 puntos en «Camino» cuya materia es Comunión de los Santos → comunicación de vida sobrenatural.

¡Solo! —No estás solo. Te hacemos mucha compañía desde lejos. —Además..., asentado en tu alma en gracia, el Espíritu Santo —Dios contigo— va dando tono sobrenatural a todos tus pensamientos, deseos y obras.

Te escribí, y te decía: «me apoyo en ti: ¡tu verás qué hacemos...!» —¡Qué íbamos a hacer, sino apoyarnos en el Otro!

Misionero. —Sueñas con ser misionero. Tienes vibraciones a lo Xavier: y quieres conquistar para Cristo un imperio. —¿El Japón, China, la India, Rusia..., los pueblos fríos del norte de Europa, o América, o África, o Australia?

—Fomenta esos incendios en tu corazón, esas hambres de almas. Pero no me olvides que eres más misionero «obedeciendo». Lejos geográficamente de esos campos de apostolado, trabajas «aquí» y «allí»: ¿no sientes —¡como Xavier!— el brazo cansado después de administrar a tantos el bautismo?

Comunión de los Santos. —¿Cómo te lo diría? —¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los Santos para el alma.

Hijo: ¡qué bien viviste la Comunión de los Santos, cuando me escribías: «ayer ‘sentí’ que pedía usted por mí»!

Otro que sabe de esa «comunicación» de bienes sobrenaturales, me dice: «la carta me ha hecho mucho bien: ¡se conoce que viene impregnada de las oraciones de todos!... y yo necesito mucho que recen por mí.»

Tendrás más facilidad para cumplir tu deber al pensar en la ayuda que te prestan tus hermanos y en la que dejas de prestarles, si no eres fiel.

Las ánimas benditas del purgatorio. —Por caridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable —¡pueden tanto delante de Dios!— tenlas muy en cuenta en tus sacrificios y en tu oración.

Ojalá, cuando las nombres, puedas decir: «Mis buenas amigas las almas del purgatorio...»

Si tienes «vida de infancia», por ser niño, has de ser espiritualmente goloso. —Acuérdate, como los de tu edad, de las cosas buenas que guarda tu Madre.

Y esto muchas veces al día. —Es cuestión de segundos... María... Jesús... el Sagrario... la Comunión... el Amor... el sufrimiento... las ánimas benditas del purgatorio... los que pelean: el Papa, los sacerdotes... los fieles... tu alma... las almas de los tuyos... los Ángeles Custodios... los pecadores...

¡Cuánto te cuesta esa pequeña mortificación! —Luchas. —Parece como si te dijeran: ¿por qué has de ser tan fiel al plan de vida, al reloj? —Mira: ¿has visto con qué facilidad se engaña a los chiquitines? —No quieren tomar la medicina amarga, pero... ¡anda! —les dicen—, esta cucharadita, por papá; esta otra por tu abuelita... Y así, hasta que han ingerido toda la dosis.

Lo mismo tú: un cuarto de hora más de cilicio por las ánimas del purgatorio; cinco minutos más por tus padres; otros cinco por tus hermanos de apostolado... Hasta que cumplas el tiempo que te señala tu horario.

Hecha de este modo tu mortificación, ¡cuánto vale!