Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Cartas I» cuya materia es Vocación → al Opus Dei.

Cuando, por boca de Jeremías, el Señor predice la futura liberación del pueblo hebreo que está en el exilio, y hace notar que, si antes les había sacado de Egipto, ahora sacará a sus siervos de terra Aquilonis et de cunctis terris22, pienso en que habrá muchas llamadas a la Obra de Dios, sin discriminación. El Señor los traerá de todas las clases sociales, de todos los talentos, de los que están arriba, de los que están abajo, y −como vuelve a decir Jeremías− de los que están en las entrañas de la tierra.

Oíd al profeta: yo voy a mandar muchos pescadores, palabra de Yavé, que los pescarán; y después muchos cazadores, que los cazarán por todos los montes, por todas las colinas, y por las cavernas de las rocas. Porque están a mi vista todos sus caminos23.

Somos instrumentos en las manos de Dios, qui omnes homines vult salvos fieri24, que quiere que se salven todos los hombres. Mis hijos, por la formación verdaderamente contemplativa de nuestro espíritu, han de sentir dentro de su alma la necesidad de buscar a Dios, de encontrarle y de tratarle siempre, admirándolo con amor en medio de las fatigas de su trabajo ordinario, que son cuidados terrenos, pero purificados y elevados al orden sobrenatural; y han de sentir igualmente la necesidad de convertir toda su vida en apostolado, que fluye del alma para traducirse en obras externas: caritas mea cum omnibus vobis in Christo Iesu25, mi cariño para todos vosotros en Cristo Jesús.

El apostolado es servicio

Este es mi espíritu, y éste ha de ser vuestro espíritu, hijas e hijos míos. A la Obra no venís a buscar nada: venís a entregaros, a renunciar, por amor de Dios, a cualquier ambición personal. Todos tienen que dejar algo, si quieren ser eficaces en Casa y trabajar como Dios nos pide, como un borrico fiel, ut iumentum! La única ambición del borrico fiel es servir, ser útil; el único premio que espera es el que le ha prometido Dios: quia tu reddes unicuique iuxta opera sua113, porque el Señor premia a cada uno según sus obras.

Hijos de mi alma: os encontráis aquí, en la Obra, porque el Señor ha puesto en vuestro corazón el deseo limpio y generoso de servir; un celo verdadero, que hace que estéis dispuestos a todo sacrificio, trabajando silenciosamente por la Iglesia sin buscar ninguna recompensa humana. Llenaos de esas nobles ambiciones; reforzad en vuestro corazón esta disposición santa, porque el trabajo es inmenso.

Debemos pedir a Dios, Señor Nuestro, que aumente nuestra ansia de servir, porque messis quidem multa, operarii autem pauci114; porque los obreros son pocos, y mucha la mies: no tiene orillas el mar de la labor apostólica, y ¡hay en el mundo tan pocas almas que quieran servir! Considerad qué pasaría, si los que queremos servir no nos entregáramos del todo.

Hijos míos, la vida nuestra es corta, tenemos poco tiempo para vivir en la tierra, que es cuando podemos hacer a Dios este servicio. Dice el poeta: al brillar un relámpago nacemos, y aún dura su fulgor cuando morimos, ¡tan corto es el vivir!115* Mejor lo escribe el Salmista: homo, sicut foenum dies eius, tamquam flos agri, sic efflorebit116; el hombre, cuyos días son como el heno, florecerá como la flor del campo, que nace con el primer beso del sol y por la noche se marchita. Por eso nos dice San Pablo: tempus breve est117, ¡no tenemos casi tiempo!

Servir, pues; porque el apostolado no es otra cosa. Por nuestras propias fuerzas, no podemos nada en el terreno sobrenatural; pero, siendo instrumentos de Dios, lo podemos todo −omnia possum in eo, qui me confortat!118: ¡todo lo puedo en Aquél que me conforta!−, porque Él ha dispuesto, por su bondad, utilizar estos instrumentos ineptos. Así que el apóstol no tiene otro fin que dejar obrar al Señor, hacerse disponible, para que Dios cumpla −a través de sus criaturas, a través del alma elegida− su obra salvadora.

El apóstol es el cristiano que se siente injertado en Cristo, identificado con Cristo, por el Bautismo; habilitado para luchar por Cristo, por la Confirmación; llamado a servir a Dios con su acción en el mundo, por la participación en la función real, profética y sacerdotal de Cristo, que le hace idóneo para guiar los hombres hacia Dios, enseñarles la verdad del Evangelio, y corredimirlos con su oración y su expiación.

El cristiano dispuesto a servir es guía, maestro y sacerdote de sus hermanos los hombres, siendo para ellos otro Cristo, alter Christus, o mejor, como os suelo decir, ipse Christus119*. Pero −insisto− se trata de no hacer una labor personal, de no tener ambiciones personales; se trata de servir a Cristo, para que Él actúe; y de servir también a los hombres, porque Cristo no vino a ser servido, sino a servir: non venit ministrari, sed ministrare120.

Notas
22

Jr 23,8; «de terra Aquilonis et de cunctis terris»: «de tierras del norte y de todas las tierras» (T. del E.).

23

Jr 16,16-17.

24

1 Tm 2,4.

25

1 Co 16,24.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
113

Sal 62[61],13.

114

Mt 9,37.

115

Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas y Leyendas, Rima n.º 49, Madrid, Editex, 2013, p. 52.

116

Sal 103[102],15.

117

1 Co 7,29.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
118

Flp 4,13.

119

«ipse Christus»: «el mismo Cristo» (T. del E.).

120

Mt 20,28.

Referencias a la Sagrada Escritura