Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Cartas I» cuya materia es Apostolado → y paz.

Con esta dedicación al fin que comprende todos los otros fines concretos −que no son más que medios para ese fin, de que he hablado primero, que es dar doctrina−, nuestra labor apostólica contribuirá a la paz, a la colaboración de los hombres entre sí, a la justicia, a evitar la guerra, a evitar el aislamiento, a evitar el egoísmo nacional y los egoísmos personales: porque todos se darán cuenta de que forman parte de toda la gran familia humana, que está dirigida por voluntad de Dios a la perfección.

Así contribuiremos a quitar esta angustia, este temor por un futuro de rencores fratricidas, y a confirmar en las almas y en la sociedad la paz y la concordia: la tolerancia, la comprensión, el trato, el amor.

Comprensión, unidad

Esta ha de ser vuestra preparación, para el apostolado continuo que Jesús nos pide, como es continuo el latir del corazón. Hijos míos, el Señor nos ha llamado a su Obra en momentos, en los que se habla mucho de paz, y no hay paz: ni en las almas, ni en las instituciones, ni en la vida social, ni entre los pueblos. Se habla continuamente de igualdad y de democracia, y hay castas: cerradas, impenetrables.

Nos ha llamado en un tiempo, en el que se clama por la comprensión, y la comprensión no se vive, a veces ni entre las personas que obran de buena fe y quieren practicar la caridad, porque la caridad, más que en dar, está en comprender.

Son momentos, en los que los fanáticos y los intransigentes −incapaces de admitir razones ajenas− se curan en salud, tachando de violentos y agresivos a los que son sus víctimas. Nos ha llamado, en fin, cuando se oye hablar mucho de unidad, y quizá sea difícil concebir que pueda darse mayor desunión, no ya entre los hombres en general, sino entre los mismos católicos.

En esta atmósfera y en este ambiente hemos de dar el ejemplo, humilde y audaz al mismo tiempo, perseverante y sellado con el trabajo, de una vida cristiana, íntegra, laboriosa, llena de comprensión y de amor a todas las almas.

Exiit qui seminat seminare semen suum10, salió el hombre a echar la semilla, y esto es lo nuestro: sembrar, dar buena doctrina, participar de todos los quehaceres y preocupaciones honradas de la tierra, para dar en ellos el buen ejemplo de los seguidores de Cristo.

Él, hijas e hijos míos, coepit facere et docere11, primero hizo y después enseñó, y así quiero que seáis: santos de veras, en medio de la calle, en la universidad, en el taller, en el hogar, con una llamada del Señor particularísima, que no es de medias tintas, sino de total entrega.

Esa entrega, que al mismo tiempo ha de ser humilde y callada, os facilitará el conocimiento de la grandeza, de la ciencia, de la perfección de Dios, y os hará también saber la pequeñez, la ignorancia, la miseria que tenemos los hombres. Aprenderéis así a comprender las flaquezas ajenas, viendo las propias; a disculpar amando, a querer tratar con todos, porque no puede haber una criatura que nos sea extraña.

Hijos míos, el celo por las almas ha de llevarnos a no sentirnos enemigos de nadie, a tener un corazón grande, universal, católico; a volar como las águilas, en alas del amor de Dios, sin encerrarnos en el gallinero de rencillas o de banderías mezquinas, que tantas veces esterilizan la acción de los que quieren trabajar por Cristo.

Es un celo tal −en una palabra− el que debemos tener, que nos llevará a darnos cuenta de que in Christo enim Iesu neque circumcisio aliquid valet neque praeputium, sed nova creatura12, que −ante la posibilidad de hacer el bien− lo que verdaderamente cuentan son las almas.

Notas
10

Lc 8,5.

11

Cfr. Hch 1,1.

12

Ga 6,15; «in Christo ... nova creatura»: «porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión ni la falta de circuncisión importan, sino la nueva criatura» (T. del E.).

Referencias a la Sagrada Escritura