Lista de puntos
La santidad está en la lucha, en saber que tenemos defectos y en tratar heroicamente de evitarlos.
La santidad —insisto— está en superar esos defectos…, pero nos moriremos con defectos: si no, ya te lo he dicho, seríamos unos soberbios.
Cada día un poco más —igual que al tallar una piedra o una madera—, hay que ir limando asperezas, quitando defectos de nuestra vida personal, con espíritu de penitencia, con pequeñas mortificaciones, que son de dos tipos: las activas —ésas que buscamos, como florecicas que recogemos a lo largo del día—, y las pasivas, que vienen de fuera y nos cuesta aceptarlas. Luego, Jesucristo va poniendo lo que falta.
—¡Qué Crucifijo tan estupendo vas a ser, si respondes con generosidad, con alegría, del todo!
Nuestra vida —la de los cristianos— ha de ser así de vulgar: procurar hacer bien, todos los días, las mismas cosas que tenemos obligación de vivir; realizar en el mundo nuestra misión divina, cumpliendo el pequeño deber de cada instante.
—Mejor: esforzándonos por cumplirlo, porque a veces no lo conseguiremos y, al venir la noche, en el examen, tendremos que decir al Señor: no te ofrezco virtudes; hoy sólo puedo ofrecerte defectos, pero —con tu gracia— llegaré a llamarme vencedor.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/forja/100/ (05/05/2024)