Lista de puntos

Hay 7 puntos en «Forja» cuya materia es Espíritu Santo  → actividad en el alma.

Si vuelves a abandonarte en las manos de Dios, recibirás, del Espíritu Santo, luces en el entendimiento y vigor en la voluntad.

La santidad se alcanza con el auxilio del Espíritu Santo —que viene a inhabitar en nuestras almas—, mediante la gracia que se nos concede en los sacramentos, y con una lucha ascética constante.

Hijo mío, no nos hagamos ilusiones: tú y yo —no me cansaré de repetirlo— tendremos que pelear siempre, siempre, hasta el final de nuestra vida. Así amaremos la paz, y daremos la paz, y recibiremos el premio eterno.

No te limites a hablar al Paráclito, ¡óyele!

En tu oración, considera que la vida de infancia, al hacerte descubrir con hondura que eres hijo de Dios, te llenó de amor filial al Padre; piensa que, antes, has ido por María a Jesús, a quien adoras como amigo, como hermano, como amante suyo que eres…

Después, al recibir este consejo, has comprendido que, hasta ahora, sabías que el Espíritu Santo habitaba en tu alma, para santificarla…, pero no habías "comprendido" esa verdad de su presencia. Ha sido precisa esa sugerencia: ahora sientes el Amor dentro de ti; y quieres tratarle, ser su amigo, su confidente…, facilitarle el trabajo de pulir, de arrancar, de encender…

¡No sabré hacerlo!, pensabas. —Oyele, te insisto. El te dará fuerzas, El lo hará todo, si tú quieres…, ¡que sí quieres!

—Rézale: Divino Huésped, Maestro, Luz, Guía, Amor: que sepa agasajarte, y escuchar tus lecciones, y encenderme, y seguirte y amarte.

Repite de todo corazón y siempre con más amor, más aún cuando estés cerca del Sagrario o tengas al Señor dentro de tu pecho: non est qui se abscondat a calore eius —que no te rehúya, que el fuego de tu Espíritu me llene.

Ure igne Sancti Spiritus! —¡quémame con el fuego de tu Espíritu!, clamas. Y añades: ¡es necesario que cuanto antes empiece de nuevo mi pobre alma el vuelo…, y que no deje de volar hasta descansar en El!

—Me parecen muy bien tus deseos. Mucho voy a encomendarte al Paráclito; de continuo le invocaré, para que se asiente en el centro de tu ser y presida y dé tono sobrenatural a todas tus acciones, palabras, pensamientos y afanes.

Nuestro Señor Jesús lo quiere: es preciso seguirle de cerca. No hay otro camino.

Esta es la obra del Espíritu Santo en cada alma —en la tuya—, y has de ser dócil, para no poner obstáculos a tu Dios.

Siempre llevaba, como registro en los libros que le servían de lectura, una tira de papel con este lema, escrito en amplios y enérgicos caracteres: «Ure igne Sancti Spiritus!» —Se diría que, en lugar de escribir, grababa: ¡quema con el fuego del Espíritu Santo!

Esculpido en tu alma y encendido en tu boca y prendido en tus obras, cristiano, querría dejar yo ese fuego divino.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura