Lista de puntos

Hay 24 puntos en «Forja» cuya materia es Vida sobrenatural  → vivir en Cristo.

Señor, que desde ahora sea otro: que no sea "yo", sino "aquél" que Tú deseas.

—Que no te niegue nada de lo que me pidas. Que sepa orar. Que sepa sufrir. Que nada me preocupe, fuera de tu gloria. Que sienta tu presencia de continuo.

—Que ame al Padre. Que te desee a Ti, mi Jesús, en una permanente Comunión. Que el Espíritu Santo me encienda.

Dale vueltas, en tu cabeza y en tu alma: Señor, ¡cuántas veces, caído, me levantaste y, perdonado, me abrazaste contra tu Corazón!

Dale vueltas…, y no te separes de El nunca jamás.

¡Tan cerca de Cristo, tantos años, y… tan pecador!

—La intimidad de Jesús contigo, ¿no te arranca sollozos?

La vida de Jesucristo, si le somos fieles, se repite en la de cada uno de nosotros de algún modo, tanto en su proceso interno —en la santificación— como en la conducta externa.

—Agradécele su bondad.

Escucha de labios de Jesús aquella parábola que relata San Juan en su Evangelio: Ego sum vitis, vos palmites —Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos.

Ya tienes en la imaginación, en el entendimiento, la parábola entera. Y ves que un sarmiento separado de la cepa, de la vid, no sirve para nada, no se llenará de fruto, correrá la suerte de un palo seco, que pisarán los hombres o las bestias, o que se echará al fuego…

—Tú eres el sarmiento: deduce todas las consecuencias.

Cuando te veas atribulado…, y también a la hora del triunfo, repite: Señor, no me sueltes, no me dejes, ayúdame como a una criatura inexperta, ¡llévame siempre de tu mano!

Si de verdad deseas que tu corazón reaccione de un modo seguro, yo te aconsejo que te metas en una Llaga del Señor: así le tratarás de cerca, te pegarás a El, sentirás palpitar su Corazón…, y le seguirás en todo lo que te pida.

La oración es indudablemente el "quitapesares" de los que amamos a Jesús.

La Cruz simboliza la vida del apóstol de Cristo, con un vigor y una verdad que encantan al alma y al cuerpo, aunque a veces cueste y se note el peso.

Entiendo que, por Amor, desees padecer con Cristo: poner tus espaldas entre El y los sayones, que le azotan; tu cabeza, y no la suya, para las espinas; y tus pies y tus manos, para los clavos; …o, al menos, acompañar a nuestra Madre Santa María, en el Calvario, y acusarte de deicida por tus pecados…, y sufrir y amar.

Me he propuesto frecuentar más al Paráclito, y pedirle sus luces, me has dicho.

—Bien: pero recuerda, hijo, que el Espíritu Santo es fruto de la Cruz.

El amor gustoso, que hace feliz al alma, está basado en el dolor: no cabe amor sin renuncia.

Encontrar la Cruz es encontrar a Cristo.

Jesús, que tu Sangre de Dios penetre en mis venas, para hacerme vivir, en cada instante, la generosidad de la Cruz.

Ante Jesús muerto en la Cruz, haz oración, para que la Vida y la Muerte de Cristo sean el modelo y el estímulo de tu vida y de tu respuesta a la Voluntad divina.

Recuérdalo a la hora del dolor o de la expiación: la Cruz es el signo de Cristo Redentor. Dejó de ser el símbolo del mal para ser la señal de la victoria.

Pon, entre los ingredientes de la comida, "el riquísimo" de la mortificación.

No es espíritu de penitencia hacer unos días grandes mortificaciones, y abandonarlas otros.

—Espíritu de penitencia significa saberse vencer todos los días, ofreciendo cosas —grandes y pequeñas— por amor y sin espectáculo.

Si unimos nuestras pequeñeces —las insignificantes y las grandes contradicciones— a los grandes sufrimientos del Señor, Víctima —¡la única Víctima es El!—, aumentará su valor, se harán un tesoro y, entonces, tomaremos a gusto, con garbo, la Cruz de Cristo.

—Y no habrá así pena que no se venza con rapidez; y no habrá nada ni nadie que nos quite la paz y la alegría.

Para ser apóstol, tienes que llevar en ti —como enseña San Pablo— a Cristo crucificado.

¡Es verdad!: la Santa Cruz trae a nuestras vidas la confirmación inequívoca de que somos de Cristo.

La Cruz no es la pena, ni el disgusto, ni la amargura… Es el madero santo donde triunfa Jesucristo…, y donde triunfamos nosotros, cuando recibimos con alegría y generosamente lo que El nos envía.

Después del Santo Sacrificio, has visto cómo de tu Fe y de tu Amor —de tu penitencia, de tu oración y de tu actividad— dependen en buena parte la perseverancia de los tuyos y, a veces, aun su vida terrena.

—¡Bendita Cruz, que llevamos mi Señor Jesús —El—, y tú, y yo!

¡Oh, Jesús, quiero ser una hoguera de locura de Amor! Quiero que mi presencia sola sea bastante para encender al mundo, en muchos kilómetros a la redonda, con incendio inextinguible. Quiero saber que soy tuyo. Después, venga la Cruz…

—¡Magnífico camino!: sufrir, amar y creer.

Referencias a la Sagrada Escritura
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