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Hay 11 puntos en «Forja» cuya materia es Vocación → llamada divina .

Ha llegado para nosotros un día de salvación, de eternidad. Una vez más se oyen esos silbidos del Pastor Divino, esas palabras cariñosas, «vocavi te nomine tuo» —te he llamado por tu nombre.

Como nuestra madre, El nos invita por el nombre. Más: por el apelativo cariñoso, familiar. —Allá, en la intimidad del alma, llama, y hay que contestar: «ecce ego, quia vocasti me» —aquí estoy, porque me has llamado, decidido a que esta vez no pase el tiempo como el agua sobre los cantos rodados, sin dejar rastro.

Piensa en lo que dice el Espíritu Santo, y llénate de pasmo y de agradecimiento: «elegit nos ante mundi constitutionem» —nos ha elegido, antes de crear el mundo, «ut essemus sancti in conspectu eius!» —para que seamos santos en su presencia.

—Ser santo no es fácil, pero tampoco es difícil. Ser santo es ser buen cristiano: parecerse a Cristo. —El que más se parece a Cristo, ése es más cristiano, más de Cristo, más santo.

—Y ¿qué medios tenemos? —Los mismos que los primeros fieles, que vieron a Jesús, o lo entrevieron a través de los relatos de los Apóstoles o de los Evangelistas.

No sé qué te ocurrirá a ti…, pero necesito confiarte mi emoción interior, después de leer las palabras del profeta Isaías: «ego vocavi te nomine tuo, meus es tu!» —Yo te he llamado, te he traído a mi Iglesia, ¡eres mío!: ¡que Dios me diga a mí que soy suyo! ¡Es como para volverse loco de Amor!

Recordad a todos —y de modo especial a tantos padres y a tantas madres de familia, que se dicen cristianos— que la "vocación", la llamada de Dios, es una gracia del Señor, una elección hecha por la bondad divina, un motivo de santo orgullo, un servir a todos gustosamente por amor de Jesucristo.

Hazme eco: no es un sacrificio, para los padres, que Dios les pida sus hijos; ni, para los que llama el Señor, es un sacrificio seguirle.

Es, por el contrario, un honor inmenso, un orgullo grande y santo, una muestra de predilección, un cariño particularísimo, que ha manifestado Dios en un momento concreto, pero que estaba en su mente desde toda la eternidad.

Me veo como un pobre pajarillo que, acostumbrado a volar solamente de árbol a árbol o, a lo más, hasta el balcón de un tercer piso…, un día, en su vida, tuvo bríos para llegar hasta el tejado de cierta casa modesta, que no era precisamente un rascacielos…

Mas he aquí que a nuestro pájaro lo arrebata un águila —lo tomó equivocadamente por una cría de su raza— y, entre sus garras poderosas, el pajarillo sube, sube muy alto, por encima de las montañas de la tierra y de los picos de nieve, por encima de las nubes blancas y azules y rosas, más arriba aun, hasta mirar de frente al sol… Y entonces el águila, soltando al pajarillo, le dice: anda, ¡vuela!…

—¡Señor, que no vuelva a volar pegado a la tierra!, ¡que esté siempre iluminado por los rayos del divino Sol —Cristo— en la Eucaristía!, ¡que mi vuelo no se interrumpa hasta hallar el descanso de tu Corazón!

Piensa, porque es así: ¡qué bueno es el Señor, que me ha buscado, que me ha hecho conocer este camino santo para ser eficaz, para amar a las criaturas todas y darles la paz y la alegría!

—Este pensamiento ha de concretarse luego en propósitos.

Sabes que no te faltará la gracia de Dios, porque te ha escogido desde la eternidad. Y, si te ha tratado así, te concederá todos los auxilios, para que le seas fiel, como hijo suyo.

—Camina, pues, con seguridad y con correspondencia actual.

Con la frente pegada al suelo y puesto en la presencia de Dios, considera (porque es así) que eres una cosa más sucia y despreciable que las barreduras recogidas por la escoba.

—Y, a pesar de todo, el Señor te ha elegido.

Yo tampoco pensaba que Dios me cogiera como lo hizo. Pero el Señor —déjame que te lo repita— no nos pide permiso para "complicarnos la vida". Se mete y… ¡ya está!

Agradezcamos mucho y con frecuencia esta llamada maravillosa que hemos recibido de Dios: que sea una gratitud real y profunda, estrechamente unida a la humildad.

Referencias a la Sagrada Escritura
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