Lista de puntos

Hay 7 puntos en «Forja» cuya materia es Audacia.

Con la gracia de Dios, tú has de acometer y realizar lo imposible…, porque lo posible lo hace cualquiera.

Aparta de ti esa prudencia humana que te hace tan precavido, ¡perdóname!, tan cobarde.

—¡No seamos personas de vía estrecha, hombres o mujeres menores de edad, cortos de vista, sin horizonte sobrenatural…! ¿Acaso trabajamos para nosotros? ¡No!

Pues, entonces, digamos sin miedo: Jesús de mi alma, trabajamos para Ti, y… ¿nos vas a negar los medios materiales? Bien conoces lo ruines que somos; sin embargo, yo no me conduciría así con un criado que me sirviera…

Por eso, esperamos, estamos seguros de que nos darás lo necesario para servirte.

La solución es amar. San Juan Apóstol escribe unas palabras que a mí me hieren mucho: «qui autem timet, non est perfectus in caritate». Yo lo traduzco así, casi al pie de la letra: el que tiene miedo, no sabe querer.

—Luego tú, que tienes amor y sabes querer, ¡no puedes tener miedo a nada! —¡Adelante!

Jesús ha muerto. Es un cadáver. Aquellas mujeres santas no esperaban nada. Habían visto cómo le habían maltratado y cómo le habían crucificado: ¡qué presente tenían la violencia de aquella Pasión sufrida!

Sabían también que los soldados vigilaban el lugar, sabían que el sepulcro estaba completamente cerrado: ¿quién nos quitará la piedra de la entrada?, se preguntaban, porque era una losa enorme. Sin embargo…, a pesar de todo, ellas acuden a estar con El.

Mira, las dificultades —grandes y pequeñas— se ven enseguida…, pero, si hay amor, no se repara en esos obstáculos, y se procede con audacia, con decisión, con valentía: ¿no has de confesar que sientes vergüenza al contemplar el empuje, la intrepidez y la valentía de estas mujeres?

Fomenta tus cualidades nobles, humanas. Pueden ser el comienzo del edificio de tu santificación. A la vez, recuerda que —como ya te he dicho en otra ocasión— en el servicio de Dios hay que quemarlo todo, hasta el "qué dirán", hasta eso que llaman reputación, si es necesario.

Con sentido de profunda humildad —fuertes en el nombre de nuestro Dios y no, como dice el Salmo, "en los recursos de nuestros carros de combate y de nuestros caballos"—, hemos de procurar, sin respetos humanos, que no haya rincones de la sociedad en los que no se conozca a Cristo.

Defiende la verdad, con caridad y con firmeza, cuando se trata de las cosas de Dios. Practica la santa desvergüenza de denunciar los errores, que a veces son pequeñas insidias; otras, odiosas razones o descaradas ignorancias; y, de ordinario, manifestación de la impotencia de los hombres, que no pueden tolerar la fecundidad de la palabra de Dios.