Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Forja» cuya materia es Abnegación → olvido de sí.

Renueva cada jornada el deseo eficaz de anonadarte, de abnegarte, de olvidarte de ti mismo, de caminar «in novitate sensus», con una vida nueva, cambiando esta miseria nuestra por toda la grandeza oculta y eterna de Dios.

Si eres fatuo, si te preocupas sólo de tu personal comodidad, si centras la existencia de los demás y aun la del mundo en ti mismo, no tienes derecho a llamarte cristiano, ni a considerarte discípulo de Cristo: porque El marcó el límite de la exigencia en ofrecer por cada uno «et animam suam», el alma misma, la vida entera.

Que sepas, a diario y con generosidad, fastidiarte alegre y discretamente para servir y para hacer agradable la vida a los demás.

—Este modo de proceder es verdadera caridad de Jesucristo.

Dame gracia para dejar todo lo que se refiere a mi persona. Yo no debo tener más preocupaciones que tu Gloria…, en una palabra, tu Amor. —¡Todo por Amor!

La humillación, el anonadamiento, el esconderse y desaparecer, deben ser totales, absolutos.

Propósito: no habiendo verdadera necesidad, nunca hablaré de mis cosas personales.

Hijo, óyeme bien: tú, feliz cuando te maltraten y te deshonren; cuando mucha gente se alborote y se ponga de moda escupir sobre ti, porque eres «omnium peripsema» —como basura para todos…

—Cuesta, cuesta mucho. Es duro, hasta que —por fin— un hombre se acerca al Sagrario, se ve considerado como toda la porquería del mundo, como un pobre gusano, y dice de verdad: "Señor, si Tú no necesitas mi honra, ¿yo, para qué la quiero?"

Hasta entonces, no sabe el hijo de Dios lo que es ser feliz: hasta llegar a esa desnudez, a esa entrega, que es entrega de amor, pero fundamentada en la mortificación, en el dolor.

Emplea, para tu vida, esta receta: "no me acuerdo de que existo. No pienso en mis cosas, pues no me queda tiempo".

—¡Trabajo y servicio!

Señal evidente de que buscas la santidad es —¡déjame llamarlo así!— el "sano prejuicio psicológico" de pensar habitualmente en los demás, olvidándote de ti mismo, para acercarles a Dios.

Cuando pisotees de veras tu propio yo y vivas para los demás, entonces serás instrumento apto en las manos de Dios.

El ha llamado —llama— a sus discípulos, y les manda: «ut eatis!» —id a buscar a todos.

Si quieres de veras alcanzar vida y honor eternos, aprende a prescindir en muchos casos de tus nobles ambiciones personales.

No pongas tu "yo" en tu salud, en tu nombre, en tu carrera, en tu ocupación, en cada paso que das… ¡Qué cosa tan molesta! Parece que te has olvidado de que "tú" no tienes nada, todo es de El.

Cuando a lo largo del día te sientas —quizá sin motivo— humillado; cuando pienses que tu criterio debería prevalecer; cuando percibas que en cada instante borbota tu "yo", lo tuyo, lo tuyo, lo tuyo…, convéncete de que estás matando el tiempo, y de que estás necesitando que "maten" tu egoísmo.

Referencias a la Sagrada Escritura
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