Lista de puntos

Hay 9 puntos en «Forja» cuya materia es Contemplativos → diálogo ininterrumpido .

Todos hemos de ser «ipse Christus» —el mismo Cristo. Así nos lo manda San Pablo en nombre de Dios: «induimini Dominum Iesum Christum» —revestíos de Jesucristo.

Cada uno de nosotros —¡tú!— tiene que ver cómo se pone ese vestido del que nos habla el Apóstol; cada uno, personalmente, debe dialogar sin interrupción con el Señor.

Déjame que te dé un consejo de alma experimentada: tu oración —tu vida ha de ser orar siempre— debe tener la confianza de "la oración de un niño".

Dios está contigo. En tu alma en gracia habita la Trinidad Beatísima.

—Por eso, tú, a pesar de tus miserias, puedes y debes estar en continua conversación con el Señor.

Has de orar siempre, siempre.

—Has de sentir la necesidad de acudir a Dios, después de cada éxito y de cada fracaso, en la vida interior.

Siempre he entendido la oración del cristiano como una conversación amorosa con Jesús, que no debe interrumpirse ni aun en los momentos en los que físicamente estamos alejados del Sagrario, porque toda nuestra vida está hecha de coplas de amor humano a lo divino…, y amar podemos siempre.

Los sarmientos, unidos a la vid, maduran y dan frutos.

—¿Qué hemos de hacer tú y yo? Estar muy pegados, por medio del Pan y de la Palabra, a Jesucristo, que es nuestra vid…, diciéndole palabras de cariño a lo largo de todo el día. Los enamorados hacen así.

Convéncete, hijo, de que Dios tiene derecho a decirnos: ¿piensas en Mí?, ¿tienes presencia mía?, ¿me buscas como apoyo tuyo?, ¿me buscas como Luz de tu vida, como coraza…, como todo?

—Por tanto, reafírmate en este propósito: en las horas que la gente de la tierra califica de buenas, clamaré: ¡Señor! En las horas que llama malas, repetiré: ¡Señor!

Tu vida ha de ser oración constante, diálogo continuo con el Señor: ante lo agradable y lo desagradable, ante lo fácil y lo difícil, ante lo ordinario y lo extraordinario…

En todas las ocasiones, ha de venir a tu cabeza, enseguida, la charla con tu Padre Dios, buscándole en el centro de tu alma.

En tu vida, si te lo propones, todo puede ser objeto de ofrecimiento al Señor, ocasión de coloquio con tu Padre del Cielo, que siempre guarda y concede luces nuevas.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura