Lista de puntos

Hay 8 puntos en «Surco» cuya materia es Universalidad → universalidad en el apostolado.

Empezaste con muchos bríos. Pero poco a poco te has ido achicando… Y vas a acabar metido en tu pobre caparazón, si sigues empequeñeciendo tu horizonte.

—¡Cada vez has de ensanchar más tu corazón, con hambres de apostolado!: de cien almas nos interesan las cien.

Personas de diversas naciones, de distintas razas, de muy diferentes ambientes y profesiones… Al hablarles de Dios, palpas el valor humano y sobrenatural de tu vocación de apóstol. Es como si revivieras, en su realidad total, el milagro de la primera predicación de los discípulos del Señor: frases dichas en lengua extraña, mostrando un camino nuevo, han sido oídas por cada uno en el fondo de su corazón, en su propia lengua. Y por tu cabeza pasa, tomando nueva vida, la escena de que “partos, medos y elamitas…” se han acercado felices a Dios.

Quienes han encontrado a Cristo no pueden cerrarse en su ambiente: ¡triste cosa sería ese empequeñecimiento! Han de abrirse en abanico para llegar a todas las almas. Cada uno ha de crear —y de ensanchar— un círculo de amigos, sobre el que influya con su prestigio profesional, con su conducta, con su amistad, procurando que Cristo influya por medio de ese prestigio profesional, de esa conducta, de esa amistad.

Me has hecho sonreír, porque te entiendo muy bien, cuando me decías: me entusiasma la posibilidad de ir a nuevas tierras, a abrir brecha, quizá muy lejos… Tendría que enterarme de si hay hombres en la luna.

—Pide al Señor que te aumente ese celo apostólico.

Por “el sendero del justo descontento”, se han ido y se están yendo las masas.

Duele…, pero ¡cuántos resentidos hemos fabricado, entre los que están espiritual o materialmente necesitados!

—Hace falta volver a meter a Cristo entre los pobres y entre los humildes: precisamente entre ellos es donde más a gusto se encuentra.

Huye de los sectarismos, que se oponen a una colaboración leal.

La naturalidad nada tiene que ver con la zafiedad, ni con la suciedad, ni con la pobretería, ni con la mala educación.

Algunos se empeñan en reducir el servicio a Dios al trabajo con el mundo de la miseria y —perdonad— de los piojos. Esta tarea es y será necesaria y admirable; pero, si nos quedamos exclusivamente ahí, aparte de que abandonaríamos a la inmensa mayoría de las almas, cuando hayamos sacado a los necesitados de esa situación, ¿les ignoraremos?

Créeme, el apostolado, la catequesis, de ordinario, ha de ser capilar: uno a uno. Cada creyente con su compañero inmediato.

A los hijos de Dios nos importan todas las almas, porque nos importa cada alma.

Referencias a la Sagrada Escritura