Lista de puntos

Hay 8 puntos en «Surco» cuya materia es Vida ordinaria  → santidad en la vida ordinaria .

Insisto: en la sencillez de tu labor ordinaria, en los detalles monótonos de cada día, has de descubrir el secreto —para tantos escondido— de la grandeza y de la novedad: el Amor.

Me has preguntado qué puedes ofrecer al Señor. —No necesito pensar mi respuesta: lo mismo de siempre, pero mejor acabado, con un remate de amor, que te lleve a pensar más en El y menos en ti.

Una misión siempre actual y heroica para un cristiano corriente: realizar de manera santa los más variados quehaceres, aun aquellos que parecen más indiferentes.

Trabajemos, y trabajemos mucho y bien, sin olvidar que nuestra mejor arma es la oración. Por eso, no me canso de repetir que hemos de ser almas contemplativas en medio del mundo, que procuran convertir su trabajo en oración.

Me escribes en la cocina, junto al fogón. Está comenzando la tarde. Hace frío. A tu lado, tu hermana pequeña —la última que ha descubierto la locura divina de vivir a fondo su vocación cristiana— pela patatas. Aparentemente —piensas— su labor es igual que antes. Sin embargo, ¡hay tanta diferencia!

—Es verdad: antes “sólo” pelaba patatas; ahora, se está santificando pelando patatas.

Afirmas que vas comprendiendo poco a poco lo que quiere decir “alma sacerdotal”… No te enfades si te respondo que los hechos demuestran que lo entiendes sólo en teoría. —Cada jornada te pasa lo mismo: al anochecer, en el examen, todo son deseos y propósitos; por la mañana y por la tarde, en el trabajo, todo son pegas y excusas.

¿Así vives el “sacerdocio santo, para ofrecer víctimas espirituales, agradables a Dios por Jesucristo”?

Al reanudar tu tarea ordinaria, se te escapó como un grito de protesta: ¡siempre la misma cosa!

Y yo te dije: —sí, siempre la misma cosa. Pero esa tarea vulgar —igual que la que realizan tus compañeros de oficio— ha de ser para ti una continua oración, con las mismas palabras entrañables, pero cada día con música distinta.

Es misión muy nuestra transformar la prosa de esta vida en endecasílabos, en poesía heroica.

Un día sin mortificación es un día perdido, porque no nos hemos negado, no hemos vivido el holocausto.

Referencias a la Sagrada Escritura