Lista de puntos
Para convencerse de que resulta ridículo tomar la moda como principio de conducta, basta mirar algunos retratos antiguos.
Para ti, transcribo de una carta: “me encanta la humildad evangélica. Pero me subleva el encogimiento aborregado e inconsciente de algunos cristianos, que desprestigian así a la Iglesia. En ellos debió de fijarse aquel escritor ateo, cuando dijo que la moral cristiana es una moral de esclavos…” Realmente somos siervos: siervos elevados a la categoría de hijos de Dios, que no desean conducirse como esclavos de las pasiones.
No me olvides que, en los asuntos humanos, también los otros pueden tener razón: ven la misma cuestión que tú, pero desde distinto punto de vista, con otra luz, con otra sombra, con otro contorno.
—Sólo en la fe y en la moral hay un criterio indiscutible: el de nuestra Madre la Iglesia.
Tu vocación de cristiano te pide estar en Dios y, a la vez, ocuparte de las cosas de la tierra, empleándolas objetivamente tal como son: para devolverlas a El.
Un error fundamental del que debes guardarte: pensar que las costumbres y exigencias —nobles y legítimas—, de tu tiempo o de tu ambiente, no pueden ser ordenadas y ajustadas a la santidad de la doctrina moral de Jesucristo.
Fíjate que he precisado: las nobles y legítimas. Las otras carecen de derecho de ciudadanía.
No te entiendo cuando, hablando de cuestiones de moral y de fe, me dices que eres un católico independiente…
—¿Independiente de quién? Esa falsa independencia equivale a salirse del camino de Cristo.
¡Qué pena dan los que afirman —por su personal experiencia triste— que no se puede ser casto, viviendo y trabajando en medio del mundo!
—Con ese ilógico razonamiento, no deberían molestarse si otros ofenden la memoria de sus padres, de sus hermanos, de su mujer, de su marido.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/surco/239/ (07/05/2024)