Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Audacia → en el apostolado.

Cuando se trabaja para extender una empresa apostólica, el “no” nunca es una respuesta definitiva: ¡insistid!

Eres demasiado “precavido” o demasiado poco “sobrenatural” y, por eso, te pasas de listo: no te inventes tú mismo las “pegas”, ni quieras despejarlas todas.

—Quizá el que te escucha sea menos “listo” o más “generoso” que tú y, como cuenta con Dios, no te pondrá tantos peros.

Hay unos modos de obrar tan prudenciales que, en una palabra, significan pusilanimidad.

Convéncete: cuando se trabaja por Dios, no hay dificultades que no se puedan superar, ni desalientos que hagan abandonar la tarea, ni fracasos dignos de este nombre, por infructuosos que aparezcan los resultados.

Tu fe es demasiado poco operativa: se diría que es de beato, más que de hombre que lucha por ser santo.

¡Serenidad!, ¡audacia!

Desbarata con esas virtudes la quinta columna de los tibios, de los asustados, de los traidores.

Me aseguraste que querías luchar sin tregua. Y ahora me vienes alicaído.

Mira, hasta humanamente, conviene que no te lo den todo resuelto, sin trabas. Algo —¡mucho!— te toca poner a ti. Si no, ¿cómo vas a “hacerte” santo?

No te lanzas a trabajar en esa empresa sobrenatural, porque —así lo dices tú— tienes miedo a no saber agradar, a hacer una gestión desafortunada. —Si pensaras más en Dios, esas sinrazones desaparecerían.

A veces considero que unos pocos enemigos de Dios y de su Iglesia viven del miedo de muchos buenos, y me lleno de vergüenza.

Mientras hablábamos, afirmaba que prefería no salir nunca del chamizo donde vivía, porque le gustaba más contar las vigas de “su” cuadra que las estrellas del cielo.

—Así son muchos, incapaces de prescindir de sus pequeñas cosas, para levantar los ojos al cielo: ¡ya es hora de que adquieran una visión de más altura!

Comprendo la alegría sobrenatural y humana de aquél, que tenía la fortuna de ser una avanzadilla en la siembra divina.

“Es estupendo sentirse único, para remover toda una ciudad y sus alrededores”, se repetía muy convencido.

—No esperes a contar con más medios o a que vengan otros: las almas te necesitan hoy, ahora.

Me has hecho sonreír, porque te entiendo muy bien, cuando me decías: me entusiasma la posibilidad de ir a nuevas tierras, a abrir brecha, quizá muy lejos… Tendría que enterarme de si hay hombres en la luna.

—Pide al Señor que te aumente ese celo apostólico.