Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Caridad → obras de misericordia.

Cuando tu egoísmo te aparta del común afán por el bienestar sano y santo de los hombres, cuando te haces calculador y no te conmueves ante las miserias materiales o morales de tus prójimos, me obligas a echarte en cara algo muy fuerte, para que reacciones: si no sientes la bendita fraternidad con tus hermanos los hombres, y vives al margen de la gran familia cristiana, eres un pobre inclusero.

Produce lástima comprobar cómo algunos entienden la limosna: unas perras gordas o algo de ropa vieja. Parece que no han leído el Evangelio.

No os andéis con reparos: ayudad a las gentes a formarse con la suficiente fe y fortaleza como para desprenderse generosamente, en vida, de lo que necesitan.

—A los remolones, explicadles que es poco noble y poco elegante, también desde el punto de vista terreno, esperar al final, cuando por fuerza ya no pueden llevarse nada consigo.

“Quien presta, no cobra; si cobra, no todo; si todo, no tal; si tal, enemigo mortal”.

¿Entonces?… ¡Da!, sin cálculo, y siempre por Dios. Así vivirás, también humanamente, más cerca de los hombres y contribuirás a que haya menos ingratos.

Vi rubor en el rostro de aquel hombre sencillo, y casi lágrimas en sus ojos: prestaba generosamente su colaboración en buenas obras, con el dinero honrado que él mismo ganaba, y supo que “los buenos” motejaban de bastardas sus acciones.

Con ingenuidad de neófito en estas peleas de Dios, musitaba: “¡ven que me sacrifico… y aún me sacrifican!”

—Le hablé despacio: besó mi Crucifijo, y su natural indignación se trocó en paz y gozo.

«Hominem non habeo» —no tengo a nadie que me ayude. Esto podrían asegurar, ¡desdichadamente!, muchos enfermos y paralíticos del espíritu, que pueden servir… y deben servir.

Señor: que nunca me quede indiferente ante las almas.

Por “el sendero del justo descontento”, se han ido y se están yendo las masas.

Duele…, pero ¡cuántos resentidos hemos fabricado, entre los que están espiritual o materialmente necesitados!

—Hace falta volver a meter a Cristo entre los pobres y entre los humildes: precisamente entre ellos es donde más a gusto se encuentra.

Profesor: que te ilusione hacer comprender a los alumnos, en poco tiempo, lo que a ti te ha costado horas de estudio llegar a ver claro.

¡Qué alma más estrecha la de los que guardan celosamente su “lista de agravios”!… Con esos desgraciados es imposible convivir.

La verdadera caridad, así como no lleva cuenta de los “constantes y necesarios” servicios que presta, tampoco anota, «omnia suffert» —soporta todo—, los desplantes que padece.

¡De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal; su conducta es reprobable e indigna; no demuestra categoría ninguna.

—¡Merece humanamente todo el desprecio!, has añadido.

—Insisto, te comprendo, pero no comparto tu última afirmación; esa vida mezquina es sagrada: ¡Cristo ha muerto para redimirla! Si El no la despreció, ¿cómo puedes atreverte tú?

La indulgencia es proporcional a la autoridad. Un simple juez ha de condenar —quizá reconociendo los atenuantes— al reo convicto y confeso. El poder soberano de un país, algunas veces, concede una amnistía o un indulto. Al alma contrita, Dios la perdona siempre.

“Conozco a algunas y a algunos que no tienen fuerzas ni para pedir socorro”, me dices disgustado y apenado. —No pases de largo; tu voluntad de salvarte y de salvarles puede ser el punto de partida de su conversión. Además, si recapacitas, advertirás que también a ti te tendieron la mano.

La gente de aquella tierra —tan apartada de Dios, tan desorientada— te ha recordado las palabras del Maestro: “andan como ovejas sin pastor”.

—Y has sentido que a ti también se te llenan las entrañas de compasión…: decídete, desde el lugar que ocupas, a dar la vida en holocausto por todos.

Referencias a la Sagrada Escritura
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