Lista de puntos
Las decisiones de gobierno, tomadas a la ligera por una sola persona, nacen siempre, o casi siempre, influidas por una visión unilateral de los problemas.
—Por muy grandes que sean tu preparación y tu talento, debes oír a quienes comparten contigo esa tarea de dirección.
Nunca des oído a la delación anónima: es el procedimiento de los viles.
Un criterio de buen gobierno: el material humano hay que tomarlo como es, y ayudarle a mejorar, sin despreciarlo jamás.
Cuando el que manda es negativo y desconfiado, fácilmente cae en la tiranía.
Hay que enseñar a la gente a trabajar —sin exagerar la preparación: “hacer” es también formarse—, y a aceptar de antemano las imperfecciones inevitables: lo mejor es enemigo de lo bueno.
No fíes nunca sólo en la organización.
Una norma fundamental de buen gobierno: repartir responsabilidades, sin que esto signifique buscar comodidad o anonimato. Insisto, repartir responsabilidades: pidiendo a cada uno cuentas de su encargo, para poder “rendir cuentas” a Dios; y a las almas, si es preciso.
No digas de ninguno de tus subordinados: no vale.
—Eres tú el que no vale: porque no sabes colocarlo en el sitio donde puede funcionar.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/surco/730/ (05/05/2024)